La forma en que vivimos, de Fernando Acosta




La forma en que vivimos¿Quién no se ha parado en alguna ocasión a divisar las estrellas en la noche? Para cualquier ser humano, condicionado siempre por la razón, la mera observación de la cúpula estrellada plantea dos dudas:  ¿que hay ahí y qué hacemos aquí?

Este libro ofrece una argumentación muy completa para el doble interrogante.

Puede sonar pretencioso, pero no cabe duda que este viaje desde lo astronómico hasta lo geológico, lo sociológico y lo filosófico se convierte en un ejercicio de erudición entre la ciencia y el pensamiento crítico. Todo ello para poner en tela de juicio nuestro modelo como civilización entregada a la globalización. Sin dejar de indicar que la redacción finalmente afrontada con una voluntad divulgadora y concienciadora lo hace todo fascinantemente entendible.

Pocas veces la disertación de un conocedor de cualquier ámbito acaba adquiriendo en su desarrollo el aspecto sintético de esta obra. Un equilibrio realmente sorprendente en 360 páginas plenas de detalles, ejemplos y teorías que acaban por componer una sinfonía sobre esa forma en que vivimos, en nuestro paso por un universo para el que apenas somos un suspiro en su expansion incontenible.

Se puede decir que empezamos con el Big Bang como un cartografiado inicio de todo y alcanzamos hasta la mera conciencia existencial del lector que va devorando las páginas. En el ínterin disfrutamos con los datos más curiosos extraídos de diversas fuentes: por ejemplo conocer cómo la ciencia pudo determinar que la expulsión del Paraíso se produjo el lunes 10 de noviembre de 4004 antes de Cristo. Aunque claro, lo tenían fácil, lunes había de ser.

Pero algo de lo más interesante de este libro es que, de alguna forma viene a ubicarnos como especie racional uniforme. No somos tan distintos a nuestros antecesores. Pese a las disparidades en nuestra forma de entender el mundo. Desde antaño, cuando creíamos que éramos el cogollo del cosmos, hasta una actualidad en la que somos la plaga de un planeta apenas suspendido en torno a una estrella. Y eso conlleva sentirnos solos con el handicap de tener que abordar los más importantes dilemas de nuestra civilización justo ahora, sin ninguna ventaja señalable sobre nuestros ancestros.

Con su estructura de viaje desde el inicio de todo hasta los posibles del porvenir, el argumento del libro se trufa de riquísimas referencias científicas (particularmente brillantes en lo geológico y lo astronómico), que ofrecen una lectura amable. En la sofisticación de la narración sin embargo volvemos a ser esos niños contemplando el cielo estrellado, a la vez que como adultos podemos reubicarnos en este mundo limitado que nos queda.

Sería muy atrevido por mi parte tratar de hacer un resumen más técnico de tan copiosa labor de investigación y la interesante disertación que a toda argumentación se acompaña. Pero sí es cierto qué es la mejor síntesis que se puede hacer es que este libro es una de más completas referencias actuales para entender lo que hacemos en el mundo, y lo que podríamos hacer para no acabar provocando la sexta gran extincion anticipada, la primera diseñada por los propios afectados del planeta Tierra.

Desde la hipótesis nebular que une la astrofísica y hasta la filosofía por medio de pensadores como Kant hasta un repaso por la condición general del ser humano. Todo adquiere sentido para lanzar proyecciones sobre nuestro sino en este planeta, un destino que, de cualquier forma, apenas será ese suspiro ya indicado de una energía que se expande hacia confines difusos.

De la Generalidad, del cosmos, del sistema solar llegando a la Tierra vista como Pangea. Nos detenemos entonces para fundir en su crisol lo geológico, lo biológico y hasta lo evolutivo. La contextualización entera de nuestra condición humana.

Un lugar tan nuestro como es la Tierra tampoco lo es tanto. En sus miles de años muchas han sido las especies que han ido y que han desaparecido en una diversidad también marcada por cataclismos y episodios desastrosos.

No obstante, ni tan siquiera podemos ponernos dramaticos cuando afirmamos que nos estamos cargando el planeta porque sin duda la Tierra nos sobrevivirá y será cuestión únicamente de que hemos pasado por aquí con más pena que gloria si conseguimos la autodestrucción que tenemos programada (Tras la zona de exclusión de Chernobil, buscando una sinécdoque como metáfora de la desaparición del hombre, volvió a emerger la vida). Así que puede que se trate, únicamente, de mantener el planeta habitable para nosotros mismos cuanto más tiempo mejor. Y eso conlleva recuperar equilibrios y ancestrales respetos.

Si echamos un vistazo al pasado más remoto de nuestro planeta los avatares del paleoclima y de muchas otras vicisitudes puede aportarnos soluciones para el drama actual. Encontramos en el libro interesantes detalles sobre la desaparición de la megafauna (quizás se trate de que al final lo pequeño siempre tenga más posibilidades de escapar, de esconderse)

Pese a tener ahora como baluartes la ciencia y la tecnología como la perfecta unión, no estamos mucho más seguros que cuando los humanos se entregaban a la mitología o a la religión. Y tampoco se puede decir que nuestra época haya visto grandes avances en comparación con otros humanos que pudieron vivir diversos descubrimientos de primera magnitud.

Porque, por ejemplo, hoy el dilema malthusiano de la superpoblación sigue pendiendo como espada de Damocles, añadiéndole la escasez de agua dulce como derivada del cambio climático. Desgraciadamente ya podemos divisar el umbral de los 2ºc como para considerar el cambio climático como una amenaza equiparable a otrora pandemia en sus factibles efectos devastadores. El año 2036 aparece para muchos estudiosos como el tope, el viaje sin retorno…

Este umbral no es algo gratuito, un límite caprichoso. Se trata de considerara la temperatura media justo antes de la Revolución Industrial, y ya lo hemos sobrepasado en más de 1ºc. Mucha culpa de este incremento parece tenerlo el consumo de combustibles fósiles. Y ahí es donde he querido entender en la lectura (optimista de mí), que aún cabe la esperanza. Pese a que las energías verdes también tienen sus aspectos controvertidos…

Como toda lectura realista también encontramos en este libro un punto fatalista que aborda posibles extinciones. El Antropoceno en el que vivimos, considerado como era en la que el hombre lo cambia todo, lo transforma todo, equiparándos a épocas pretéritas marcadas por cambios significativos.

Abordamos el mañana de un planeta con síndrome febril que puede traducirse en movimientos migratorios incontenibles y a muchos conflictos.

Por suerte, o por optimismo capaz de cambiar inercias negativas, tomando conciencia por medio de libros como este, podemos ir sumando voluntades de cambio.

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