Segunda juventud, de Juan Venegas

Los viajes en el tiempo me flipan como argumento. Porque se trata de un punto de partida plenamente de ciencia ficción que muchas veces se convierte en algo más. El imposible anhelo de trascender al tiempo, la nostalgia de lo que fuimos y los remordimientos por las decisiones erróneas.

Esta «Segunda juventud» de Juan Venegas tiene mucho de todos esos componentes. La cosa es que ante un argumento así, se acuerda uno de aquella película de Tom Hanks: «Big», y la cuestión es si esta nueva trama en torno a las segundas oportunidades vitales irá por aquellos derroteros o nos invitará a tomar nuevos planteamientos.

La imaginación de Juan Venegas consigue abordar diferentes aspectos con la mágica cadencia de su entramado. Por un lado la idea de lo vivido con esa noción de lo onírico, de la remota posibilidad de que todo haya sido un sueño precipitado hacia un futuro que quizás nunca fue.

Equilibrando un punto de humor por la nueva situación del protagonista con las contradictorias sensaciones del adulto atrapado en su repetida infancia, nos lanzamos hacia una trepidante trama donde pesa tanto el vano intento por regresar a su tiempo real como la magnética noción del privilegio de repetir la vida. La cuestión añadida es que el asunto puede que no sea tean fácil…

«¡Quién tuviera tu edad con lo que yo sé ahora!» el viejo dilema hecho frase por los viejos del lugar a cualquier joven que pase ante sus ojos. En esta ocasión la ficción nos permite cumplir con esa idea para revivir, gracias a Juan Venegas, los días de vino y rosas, el tiempo inagotable de los veranos infantiles y el horizonte de un porvenir marcado con tiza.

Luciano tenía ayer 29 años; hoy despertó con 9. Está de vuelta en casa de sus padres y se da cuenta de que ha soñado los últimos 20 años de su vida. Lo que es peor, como esos años fueron soñados, todo lo que aprendió en ese tiempo es mentira. Sus amores se fueron. Su profesión no existe. Su antiguo mejor amigo es ahora un niñato que le pega en el patio del colegio.

Las reglas sociales de este mundo también han cambiado, hasta tal punto que los adultos amenazan
con llevar a los niños al manicomio. Pero también hay nuevos amigos por descubrir, música que altera las percepciones y sensaciones que Luciano creía haber olvidado. Para disfrutar, lo único que tiene que hacer es olvidar 20 años de su vida. Solo eso. Hacerse mayor no será más fácil la segunda vez.

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