Del polifacético Jo Nesbo siempre se puede esperar ese cambio de registro entre sus sagas y sus novelas independientes, una suerte de alternancia con la que el escritor noruego consigue cambiar de foco y desconcertar con su variedad de tramas y personajes.
En esta ocasión abandonamos a Harry Hole y pasamos a convivir con Olav, un personaje bastante más incómodo en su oficio de sicario al mejor postor. Lo peor y lo mejor de todo es la construcción de este personaje, siniestramente cautivador, es ese aroma de hombre sabio, curtido, de vuelta de todo, que se puede permitir el lujo de intervenir sobre la vida y la muerte como un enviado divino o diabólico.
Con la sangre fría y la convicción de quien se ubica en ese extraño pedestal de la psicopatía, Olav es el mejor en lo suyo y da fin a cualquiera que su jefe le encargue, sin pistas, sin posibles hilos de los que tirar para llegar a Daniel Hoffmann, ese malévolo jefe que gerenta el mercado negro de todo Oslo.
Como no podía ser de otra forma, para ser como es, para manejar ese estoicismo del criminal más frío, Olav aparca todas sus emociones, hasta que conoce a la mujer de sus sueños. Pero hay dos problemas. El primero es que se trata de Corina Hoffmann, la esposa de su jefe. El segundo es que la nueva misión de Olav es matarla.
Sangre en la nieve es una novela muy diferente de lo que hemos leído de Jo Nesbø hasta la fecha. Con todo,esta exploración del deseo de redención probablemente sea uno de sus libros más maduros y personales, en el que aplica magistralmente las lecciones aprendidas con Jim Thompson y Knut Hamsun.
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