3 mejores libros de Max Aub

En ocasiones el tan buscado talento de un país se acaba importando de manera casual. Y eso es lo que ocurrió con un Max Aub naturalizado español por exilio de sus padres y nacionalizado después para acabar siendo uno de esos narradores mundiales desde sus casuales raíces españolas. España como una patria chica que le brindó la lengua como cauce para componer una bibliografía extensísima en prosa, ensayo y sobre todo dramaturgia.

Pocos autores tan intensos como un Max Aub que acabó adoptando cuatro nacionalidades, por origen alemán o a su paso por Francia, España y México en una vida marcada por ese deambular de apátridas, disidentes o simplemente marcados en una Europa del siglo XX que cronificaba sus conflictos y que acaba encumbrando populismos reconducidos hacia la xenofobia y el ombliguismo enfermizo desde el que buscar todos los males provenientes del exterior.

Suele ocurrir que los creadores, escritores, pintores y demás pléyade de mentes capaces de apreciar los matices se acaban arrimando a la perspectiva de lo variado, de la famosa y denostada hoy equidistancia.

Y ese espacio de pensamiento liberado siempre acaba siendo el lugar de los perdedores contra la cerrazón del odio que convence a las clases medias. De ahí el periplo de un Max Aub ya adulto que acabó floreciendo en su máximo esplendor narrativo en un México alejado de las siniestras ostentosidades de poder, incultura y miedo consolidadas en Europa.

Top 3 libros recomendados de Max Aub

Campo cerrado

La intensa incursión de Max Aub en la novela parte desde esta primera obra que refleja su particular perspectiva de las tensiones previas a la guerra, sobre todo desde la perspectiva alienada de un protagonista, Rafael López Serrador, que desea encontrar sino un sueño juvenil si al menos un fundamento vital en la ciudad de Barcelona.

Las vivencias extremas de Rafael se pueden extrapolar al conjunto de la sociedad española polarizada, movilizada por unos ideales capaces de despertar la inhumanidad como forma de oposición a un enemigo fantasmagórico conducido por el hambre y las penurias.

Desde Castellón, aquel joven que marchó en busca de un destino, acaba convirtiéndose en un superviviente más de la gran ciudad, capaz de todo por salir adelante y reconducido hacia el bando miliciano que lograría mantener a raya a ese enemigo que en el fondo era un hermano.

La novela acaba con una victoria pírrica republicana, dejando suspendida en el aire la idea de una victoria que a la postre sería tan solo el inicio de la derrota final.

Campo Cerrado

Las buenas intenciones

El realismo más básico hecho novela es lo que tiene, que no va a despegar ni presentar grandes nociones épicas de la historia. Sin embargo, de lo pequeño, de ese espejo sin más pretensiones que puede ser este tipo de historias, se puede degustar un retrato fiel de las intrahistorias que jamás se cuentan.

Y sin duda Agustín, el protagonista de esta historia, sería el último personaje que podría encabezar una gran novela clásica. Sin embargo, hay algo de homérico de lo simple en lo que Agustín representa.

Un nadie con ínfulas de nada que puede asemejarse al habitante estoico de cualquier lugar, capaz de cargar con carros y carretas, de asumir culpas y de perder, con tal de que nada de lo establecido cambie, con tal de que nadie de la familia entristezca.

En unas peripecias vitales fatales a las que él mismo se conduce, vamos visitando, con los ojos de Agustín, un mundo de la España de antes y durante la guerra. Lugares como Madrid, Zaragoza o Barcelona. Ciudades grises para un tipo gris y que al final aportan un extrañado brillo nihilista de espíritu derrotado.

Las buenas intenciones

Campos de Almendros

El fin de la saga bélica del laberinto mágico. Una obra final en tono a esa síntesis de la guerra civil española como un enfrentamiento contra las propias sombras de lo que fue España. Como no podía ser de otra forma partimos de los instantes finales de la guerra, cuando la victoria ya se va decantando hacia el bando insurgente.

La retirada es la práctica militar menos deseada y, en el caso de los civiles la más devastadora, pues se deja lo poco que quedara de vida atrás. Fin de la guerra, tiempo para huir como ratas o para cambiar de bando también como ratas.

Hagas lo que hagas en ese momento dejas de ser la persona digna o con esperanza, porque el enemigo a las espaldas se dispone a despojarte de todo. Un nutrido grupo de rebeldes, milicianos y civiles en general se aproximan a Alicante buscando la promesa de un barco que los lleve a alguna tierra libre.

Las penurias se suceden durante la espera. Y solo al final, como una tristísima ironía, llega un barco que lo último que tiene encomendado es llevarlos a tierra libre.

Campo de los almendros
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