3 mejores libros de Gonzalo Giner

Hace poco, en la entrada dedicada al autor José Calvo Poyato, hacíamos referencia a la variada casuística que conduce al escritor de cuna o de forja a decantarse por la ficción histórica como fondo esencial de su bibliografía.

Cierto es que en muchas ocasiones la vena creativa en este género deviene desde la dedicación más académica a la Historia o el Arte, ambas con mayúsculas. Pero la Historia es, per se, materia para doctos y profanos, una especie de pozo de sabiduría en la que cualquiera puede profundizar para saciar esa sed por contar historias.

El caso de Gonzalo Giner es el de la curiosa transformación de un veterinario en escritor de novelas históricas. Y a fe del éxito que ha conseguido, ha sabido armarse de todo ese bagaje y ese acervo acopiado desde el interés, la voluntad y la información.

Pero además, la excepcionalidad suele aportar aspectos diferenciales no menos interesantes. Los conocimientos de veterinaria de un profesional como Gonzalo Giner acabó sirviéndole para una de esas brillantes composiciones híbridas en las que dos áreas diferentes acaban generando argumentos entrecruzados de suma riqueza.

Me refiero a novelas como «El sanador de caballos» o «Pactos de lealtad», narraciones históricas en las que la comunión entre hombre y animal sirven para hilvanar aspectos absolutamente mágicos en el conjunto de las obras…

Top 3 libros recomendados de Gonzalo Giner:

Las ventanas del cielo

El emblema de las grandes construcciones de la antigüedad sigue siendo motivo de fascinación en multitud de aspectos. Desde las pirámides de Egipto o la muralla china hasta cualquier catedral europea. No solo se trata de valorar cómo se construyeron con los exiguos recursos. También nos maravilla la información de la época histórica que cada elemento contiene. Y las vidrieras de las catedrales tienen tanto que contarnos…

Las novelas históricas son más sugerentes en cuanto que se centren en personajes sacados de la auténtica intrahistoria, más allá de monarcas, nobles, señores y demás. Y esta novela “Las ventanas del cielo” abunda en esa tendencia de contar lo que fuimos a través de las vivencias ficcionadas de personajes del pueblo.

La voluntad del protagonista Hugo de Covarrubias y su espíritu aventurero más sus ansias por conocer y aprender hacen de él al personaje ideal con el que compartir un viaje al pasado, en este caso al siglo XV.

El joven Hugo ya entiende que su destino no está en Burgos, el lugar donde se crió y donde el mundo se le fue quedando pequeño poco a poco. Pudo haber apostado por la continuidad, por ganarse un papel preponderante en los negocios paternos, pero sabe que su felicidad no estaría ahí. La felicidad de una persona en el siglo XV o ahora es dejarse llevar por los dictados del alma.

Un alma inquieta como Hugo disfruta de la trepidante aventura, no exenta de riesgos. Se embarca en una nave que lo conduce a África. Ahí le fue bien, lo esperaba el amor, personificado en Ubayda, y cuando se vio impelido de nuevo a huir lo hizo esta vez acompañado por ella.

Y a veces ocurre el milagro. Solo una persona inquieta, dispuesta a conocer el mundo, puede encontrar su destino más seguro. De vuelta Europa, Hugo conoce de la técnica de las vidrieras, ese maravilloso sistema que descargaba el peso de los muros y que ilustraba escenas bíblicas con embaucadores juegos de luces. Hugo se afana en el arte de crear esas ventanas del cielo a las que los fieles se asomaban para descubrir la magnificencia de Dios.

Las ventanas del cielo

El sanador de caballos

Que el mundo árabe aportó a la península mucho de sabiduría científica, médica, arquitectónica y de muchos otros ámbitos, es algo innegable. Quizás por eso me resultó interesante esta novela en su vertiente de reconocimiento a aquellos sabios del sur que dejaron su impronta en tantos avatares de aquellos días.

Porque el personaje de Galib el veterinario pasa por ser uno de aquellos grandes conocedores de su ciencia para los animales en su caso. Solo que las circunstancias mandan y el desarrollo de la narración enfrentará precisamente el mundo musulmán del que proviene Galib con los cristianos lanzados a la reconquista.

Pero antes de que esto suceda, disfrutamos de la relación de Galib con Diego de Malagón, en quien despertará la afición por la ciencia de los albéitares musulmanes (nuestros veterinarios) hasta que Diego y Galib se enfrentan en una disputa de faldas que arruinará su relación. Solo que Diego ya ha sentido el gusanillo de la nueva ciencia llamarlo con fuerza.

Mientras la península va despertando hacia la reconquista, descubrimos a un Diego enfrascado en el saber de los caballos y finalmente introducido como espía en el califato, hasta que todo lo aprendido encuentra un cauce incluso bélico para recuperar la tierra cristiana de los musulmanes.

El sanador de caballos

Pacto de lealtad

Avanzamos varios siglos en la Historia y nos acercamos a ese pasado reciente en el que todavía algunos testimonios acompañan, con la emoción de lo vivido, lo más avieso de la guerra civil. Nos trasladamos hasta 1934, poco antes del inicio del conflicto.

Ahí conocemos a una Zoe que sufre desde muy distintos ángulos la crudeza de una vida que la enfrenta a la guerra venidera, en forma de revoluciones varias, con la pérdida violenta de su marido y el descubrimiento de sus infidelidades.

Por si fuera poco, debe abandonar su gran casa señorial una vez que su padre ha caído en desgracia y llevado a la cárcel. Para sobrevivir a su infortunio solo le queda su perro Campeón con el que poder compartir la tristeza y miseria, aligerando la pesada carga de una existencia tan cruelmente transformada de uno a otro polo, de la felicidad a la tristeza en pocas fechas.

Campeón, con su instinto defensor de los suyos, deberá acopiar las fuerzas que a su dueña de fallan para afrontar una nueva vida en la calle, allí donde la única ley es la del más fuerte.

Solo que Campeón lo es, es muy fuerte y absolutamente fiel. Su única misión, la única encomienda que afrontará con orgullo será la de salvar a Zoe de cualquier peligro.

Pacto de lealtad
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