Los 3 mejores libros de Frank McCourt

Hablar de Francis McCourt es plantearse los motivos que llevan a escribir un libro. Porque ese primer libro, independientemente de si marca una carrera literaria o si finalmente se queda en una simple incursión narrativa, desnuda al autor frente al mundo.

Ya puede tratarse de la obra de ficción más desapegada de la realidad, en el fondo ciertas esencias del autor se trasladan a escenarios, personajes o diálogos. Y la primera vez que lo escrito llega al público, puede parecer un juicio.

Seguramente McCourt escribiría sus relatos, esbozaría esas historias que tantos hemos explorado desde la infancia o juventud, pero afrontar el libro por primera vez, en ese volumen más completo, tiene más de declaración de intenciones que de pretensión literaria. Más aún cuando esa primera obra llega a la edad en la que lo hizo McCourt, con sus más de sesenta primaveras en ristre.

Todo esto viene a propósito de la especial naturaleza de la opera prima de este autor. Las cenizas de Ángela es ese libro de memorias tan plenamente auténtico como para ser absolutamente emocionante, y lo bastante lejano a ciertos episodios de la vida como para adquirir ese punto casi fantástico entre la melancolía, la crónica de los tiempos vividos y la justificación vital de lo que llegó a ser el propio escritor.

A caballo entre una ciudad como Nueva York, que tan fácil puede integrar a cualquiera en su diversidad como alienarlo en su complejidad, y la pequeña y ancestral Limerick (Irlanda), McCourt compone en su obra, sobre todo, el mosaico de su vida, con ese punto de universalidad de la existencia más pequeña, con esa revisión odiséica de todo lo vivido por alguien empujado a la emigración, a la búsqueda del sitio en todo momento.

Con lo que finalmente se deduce esa situación de aprendizaje constante, óptima para escribir sobre el ajuste de lo subjetivo a la realidad cambiante mientras la vida va tomando las primeras notas al pie…

Top 3 libros recomendados de Frank McCourt

Las cenizas de Ángela

La visión del mundo desde la infancia puede resultar fascinante en esa empatía esencial de lo que todos fuimos. Grandes Libros de la historia de la literatura parten de esa narración del niño que observa el mundo e interactúa con él libro de etiquetas o más encallecidos estigmas.

¿Quién no ha leído fascinado El Principito siendo ya adulto, o se ha enternecido con historias como El niño con el pijama de rayas o La vida de Pi?…  Cualquier relato de la niñez escrito con ese mimetismo hacia la más cándida, y a la vez libre, visión del mundo tiene muchas papeletas para adentrarse en un lector sin defensas, expuesto a esa primera existencia en el paraíso.

Solo que el paraíso de McCourt se desdibuja en una cruda realidad que, por habitual contraste con la mayoría de las infancias, invita a una humanización máxima de la historia de este emigrante con billete de ida y vuelta.

Las cenizas de Ángela

El profesor

Al final la obra de McCourt es una suma de visiones del autor hecho protagonista. Personaje principal de una vida emprendida desde la supervivencia en la oportunidad y el esfuerzo y revisada casualmente en una suma de partes biográficas hechas novela.

Y en esta ocasión viajamos hasta 1957 para conocer al Frank ya convertido en ciudadano de ese universo occidental llamado New York.

Sus primeros días como profesor se inician hacia un horizonte desconcertante, puesto que descubre que el modus operandi estrictamente académico no termina de servir para la causa última de la educación. Uno de esos libros sobre el ejercicio del magisterio cuando tal actividad se emprende desde la convicción, la vocación y el compromiso. Un libro que en la interacción entre el profesor y sus particulares alumnos muestra cómo, para educar, primero hay que conocer a quién educas.

El profesor, de McCourt

Lo es

Cuando el reconocimiento de una obra, de entrada tan sencilla como fue Las cenizas de Ángela, alcanza una dimensión absolutamente inesperada, es normal que el desconcertado McCourt se animara con secuelas que si bien no consiguieron retomar el brillo del original, continuaron aportando poso a la historia.

Porque si cualquier infancia bien contada puede ser el más fabuloso de los libros, lo concerniente al despertar a la madurez tendría para muchos otros géneros de todo tipo. El chico recién llegado a New York, con su limitado mundo y su corta edad que apenas sobrepasas los 18, se presenta ante su nuevo mundo con las dudas de cualquier emigrante pero con el empuje y el empeño de ese tiempo en el que la vida es oro.

En el transcurrir de esos días de juventud descubrimos las costuras de un mundo vendido como lo que no era. New York podía ser un monstruo que devoraba a cualquier espíritu tibio. Solo la determinación, la fe y los nuevos sueños pudieron hacer de McCourt la persona que siempre quiso ser. Y sin duda ese destino se labra siempre en estos años mágicos, peligrosos y rabiosos de vida.

Lo es, de McCourt
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