Hace tiempo que no me encuentro tanto a Manuel Vilas por las redes sociales. Caprichos del algoritmo de facebook o más bien incomparecencia por mi parte. La cuestión es que aquello de sus conversaciones mano a mano con Dios vía RRSS, cuando éste lo llamaba a consultas, parece haber quedado aparcado. El éxito es así, se deja uno de todo, hasta de Dios. Y ahora el Hacedor irá por ahí comiéndole la oreja a otros escritores, quizás a Proust que lo tiene más a mano, o a Sánchez Dragó, ¿quién sabe?.
Pero es que anda Vilas con poco tiempo para casi nada. Porque últimamente va a superventas por año desde que llevara a medio mundo de paseo por Ordesa. Ahora quiere ponernos a besar, con la de mononucleosis que ronda por ahí… Pero Vilas siempre acaba ganándonos con su pluma desatada y su forma de contar las cosas como si fueran las últimas veces, los últimos besos y hasta el último día.
Marzo, 2020. Un profesor abandona Madrid por prescripción médica, va hasta una cabaña en la sierra y conoce a una mujer apasionada quince años menor. Él se llama Salvador; ella, Montserrat, y entre los dos crece una confianza plena e inesperada, llena de revelaciones.
Sus encuentros son un gran baño de luz. Salvador se ilusiona y le cambia el nombre, la llama Altisidora, como un personaje del Quijote. Ambos se enamoran y construyen una relación madura, con las prevenciones propias de sus cuerpos y recuerdos: el pasado reaparece constantemente.
Los besos es una novela de amor romántico e idealizado, pero también de piel y amor carnal, de cómo en mitad de una crisis universal dos seres humanos intentan regresar a la patria biológica y atávica del erotismo, ese lugar misterioso donde hombres y mujeres encuentran el sentido más profundo de la vida.
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