Los 3 mejores libros de Gustavo Rodríguez

En la prosa del peruano Gustavo Rodríguez, recientemente etiquetado con el premio Alfaguara de novela 2023, podemos encontrar un poco de todo. Una caja de Pandora, un cajón de sastre o hasta un bazar de palabras extraviadas para amantes de segunda mano. Existencialismo desde lo alegórico hasta lo alienante. Realismo sobre el que la resaca de mar (y la que no es de mar) va dejando esos restos como vestigios de vida para náufragos.

La cuestión es que siempre apetece enfrentarse a los personajes de Gustavo Rodríguez. Porque son gente que te sacude sus golpes directos, cargados de moralina para el carpe diem, o esos ganchos bajo la mandíbula que te dejan ko por la potencia de sus enseñanzas para primeros y segundos auxilios.

Y seguramente no será ni pretendido por el autor. Porque la naturalidad con la que sucede el giro de los acontecimientos, ya sea desastre o nirvana, evidencia que lo de este autor es simplemente dejar hacer y dejar vivir a sus personajes. Ningunos otros tan dotados de esa rabiosa humanidad de quien sabe perfilar carne y hueso en fondo de papel. Lo demás es siempre tan subjetivo más allá de la persona que nos relata la vida, que en ocasiones alcanzamos incluso un nivel entre lo onírico y lo épico en la frontera entre recuerdos y sueños de cada tipo de los que pasa por estos libros. Una experiencia que hace de la literatura algo más que un entretenimiento amable.

Top 3 libros recomendados de Gustavo Rodríguez

Cien cuyes

Hay que saber pillarle el punto a la tragedia de vivir. Lo de dejarnos llevar por aquel bíblico valle de lágrimas acaba siendo una decisión frente a lo inevitable. Pero la conciencia y la memoria construyen en torno a nuestro tiempo una dulce melodía en la que se puede descubrir esa idea de que la melancolía es la felicidad de estar triste, como diría aquel. El viaje es corto, cuando se está a punto de la llegada al final, los instantes sucedidos a cada momento son la inmortalidad con la que superar la finitud de todo.

Cuando Eufrasia Vela empieza a trabajar como cuidadora de ancianos, no sospecha que su oficio la llevará a una encrucijada existencial. La íntima relación que mantiene con doña Carmen, el doctor Harrison y Los Siete Magníficos (entrañables personajes que se apoderan de su pensamiento y su cariño) la obliga a replantearse su papel de madre y hermana, las vicisitudes de la longevidad, las formas de la compasión y el sorpresivo valor que los cuyes, esos conejillos de Indias tan peculiares, adquieren en su presupuesto moral.

Acompañada de una banda sonora donde resuenan el huayno, el jazz, la balada y el pop, la historia de Cien cuyes rescata a la vez la impronta del cine como un contrapunto de la existencia de sus personajes y una fuente de revelaciones sobre el sentido de la vida y de la muerte cuando esta se aproxima.

Cien cuyes

Madrugada

El esperpento de vivir impide hacer tragedia de lo vivido y hasta del porvenir si me apuras. No hay casualidad buena sino alivio de onanista como anticipo de toda suerte de desastres. La cosa es abordarlo con gracia con una historia entre lo delirante y lo sarcástico. Así es como acaban por llegar, curiosamente desde el extrañamiento, las más intensas sensaciones de humanidad pese a todo, como fugaces desenlaces también de onanistas experimentados.

A pesar de que en 30 años de vida no lo conoció, Trinidad Ríos necesita encontrar a su padre. Ella tiene miedo de ser rechazada, aunque el miedo no le es inusual: toda su vida, desde la madrugada que quedó huérfana en la salvaje jungla de Madre de Dios, en la selva sur del Perú, hasta que tuvo que escapar a la ciudad de Lima, ha tenido que luchar contra tratantes de mujeres, mineros ilegales, trabas machistas y una sociedad extremadamente racista.

Se podría decir que hasta ahora ha sobrevivido con éxito, pero una enfermedad producida por contaminación de mercurio la obliga a buscar a la única persona en el mundo que puede salvarla a través de un trasplante. ¿La aceptará su padre, un cantante bipolar que se gana la vida imitando a los Bee Gees y que ignora que ella existe? Y si la acepta, ¿estará dispuesto a dejar su único sueño solo por salvar la vida de su hija?

Madrugada de Gustavo Rodríguez

Treinta kilómetros a la medianoche

Parece que no lo piensas. Todo aviso de fatalidad te hace pensar después que actuaste sin más. Pero los segundos o minutos que transcurren desde la noticia hasta la certidumbre pasan todas las películas versionadas de tu vida. Lo que debiste hacer y lo que harás sino deviene lo peor. La niña aquella que te cogía de la mano y con la que te olvidabas del mundo aparece de nuevo esta noche. Y sabe Dios dónde andará esa persona, pero ahora te aprieta la mano para que no desesperes, ni caigas.

Un escritor y su pareja asisten a una fiesta en las afueras de Lima. Ambos beben, comen, bailan y se divierten mientras la noche avanza sin prisas hacia la madrugada. De pronto, suena el celular de él. La llamada que ningún padre desea recibir: una amiga de su hija le dice que esta ha sufrido un accidente en una discoteca y se encuentra hospitalizada.

Comienza así un viaje por carretera que marcará el trepidante ritmo del relato. Treinta kilómetros a la medianoche que activan un segundo viaje: el recorrido a través de la memoria de un hombre en estado de nervios cuyos recuerdos se convierten en un medio de transporte existencial. A medida que su auto se desplaza hacia la capital, el lector se adentra en la vida de un personaje que se retrata en sus diversas facetas: hijo, novio, esposo, amante, amigo, padre, publicista y escritor, a la vez que evoca un repertorio de historias que trazan el mapa en movimiento de sus afectos.

Treinta kilómetros a la medianoche

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Te escribí mañana

Sabe Dios lo que diría aquel yo del futuro. Que te lo montes sin dudar, y cuanto antes, con aquella amiguita con la que salías a pasear durante demasiados días; que te pongas las pilas y saques la puñetera carrera; que hagas más deporte y que no fumes. No le hagas nunca caso a tu yo del futuro. Es un tipo frustrado, resentido y envidioso…

Manongo es un adolescente de los años ochenta que vive las experiencias y conflictos de su edad: el primer amor, la lealtad de los amigos, el bullying, las peleas de sus padres. En medio de la confusión que lo rodea, comienzan a aparecer en su vida unas cartas extrañas, enviadas misteriosamente desde otro tiempo… escritas por su yo del futuro.

Te escribi mañana
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