Que nadie duerma, de Juan José Millas

Que nadie duerma, de Juan José Millas
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En su discurso, en el lenguaje corporal, incluso en su tono, se descubre a un Juan José Millas filósofo, el pensador tranquilo capaz de analizarlo y exponerlo todo de la forma más sugerente: la ficción narrativa.

La literatura para Millás es un puente hacia esas pequeñas grandes teorías vitales que abordan a todo escritor con inquietudes. Y sus personajes acaban brillando precisamente por esa profundidad psicológica que se sumerge en todos nosotros como lectores. Porque las circunstancias son diversas pero las ideas, emociones y sensaciones son siempre las mismas, diversificadas en cada alma que siente, piensa o se emociona.

Lucía es uno de esos enormes personajes de Millás que de repente se enfrenta al vacío, descubriendo en él que no lo es tanto. Quizás ese espacio ocupado, hasta el momento de ruptura de la cotidianeidad, tan solo fuera un armario cerrado, repleto de viejas prendas y olor a naftalina.

Cuando pierde su trabajo, Lucía descubre que es el momento de vivir, o de intentarlo. La historia entonces adquiere ese punto onírico por momentos, lo fantástico como un argumento del autor para conectar con lo que realmente somos, más allá de la inercia diaria, de las convenciones sociales y de lo estándar.

Lucía brilla como una nueva estrella, aborda su pasado con melancolía pero se decide a recomponer su tiempo hasta el hoy. A bordo del taxi con el que se moverá por las ciudades de su vida o de sus deseos, esperará al pasajero con el que compartió encuentros tan fugaces como especiales, en espera de que se materialice esa magia repudiada por la rutina.

La vida es riesgo. O debería serlo. Lucía descubre, en esa zozobra que es encontrarse al margen del mecanismo esencial de la sociedad, que la soledad asusta, incluso aliena. Pero solo así Lucía ahondará en lo que es, en lo que necesita y en lo que siente.

Nunca más sensaciones abotargadas, ni inercias ciegas. Solo lo básico puede realmente hacer de Lucía algo. El amor en esencia parte del yo, del ahora y lo que tengo al lado, todo lo demás es artificio.

El fantástico viaje vital de Lucía nos acaba salpicando a todo, con un innegable aspecto reivindicativo del miedo como inicio hacia la rebeldía, de la soledad como necesario contrapunto para valorar la compañía.

Lucía representa una fantástica lucha entre lo que creemos sentir y lo que realmente sentimos en esa parcela soterrada por toneladas de costumbres, circunstancias y defensas.

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