Lo mejor de ir es volver, de Albert Espinosa

Lo mejor de ir es volver
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La querencia de Albert Espinosa por esa literatura profunda hacia el optimismo, con un toque de filosofía,  se acaba convirtiendo en un respiradero a caballo entre ficción y realidad. Inspiración en vena para multitud de lectores que ansían el encuentro con cada uno de sus nuevos libros.

Y sin apenas respiro desde su libro anterior, nos encontramos con «Lo mejor de ir es volver» un libro que apunta ya de inicio hacia ese aspecto contradictorio que es vivir en sí. Desde las primeras páginas descubrimos ese tono de confesión de la obra que se desliza hacia la perspectiva del superviviente de las más intensas adversidades, solo que transmutado en una protagonista llamada Rosana. Porque Rosana y su existencia pronto apunta a un gran relato que tiene que contarnos.

Seguramente el paso por la experiencia propia de Espinosa en su particular primera juventud entre hospitales, le aporte esa sabiduría temprana de quien sabe que cada instante debe ser saboreado con el gusto de lo perentorio. Y eso se nota en unos personajes confidentes de la verdad extrema, de la pena y la alegria, de lo trivial y lo fundamental.

Y hasta se pueden hacer estimaciones, como ocurre en el libro, sobre los días buenos y malos. Se puede cuantificar con la certidumbre de que todos tendremos, más o menos, dieciséis días oscuros desde los que debemos resucitar cual ave fenix, para aprovechar al máximo el resto de días que la providencia otorga siempre para compensar. Solo que hay que saber cómo compensarlo.

La Rosana de esta historia se lanza a tumba abierta a narrarnos los aconteceres de sus peores amaneceres, y son muchos, tantos como los que transcurren en un siglo de existencia.

Lo peor de la vejez es a la vez lo mejor que ocurre a su llegada. Los viejos olvidan y confunden, repiten azañas e idealizan sus mejores instantes mientras ocultan sus amargores. Pero Rosana mantiene esa memoria intacta de la primera vez que fue feliz, y desde ahí nos lanza a esa aventura de llegar a viejo, en la que pocos quedan, otros se alejan y desaparecen.

El final espera para Rosana, tan breve como pueda ser la lectura de este libro si tienes tiempo para devorarlo en una sentada. Pero su historia, más o menos cierta, la hará inmortal en miles de lectores que sabrán encontrar esa cada día menos contrastada sabiduría de la senectud.

Rosana ya fué y está de vuelta. Y tan solo por eso es interesante escucharla. Porque su único compromiso es con la verdad que solo los viejos conocen acerca de todo esto de vivir con los diferentes vientos que soplan en la vida.

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Lo mejor de ir es volver
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