Vale que Russell Crowe tira mucho de ceño fruncido como recurso para multitud de sus escenas. Y vale que parece que se haya abandonado fĂsicamente en los Ăşltimos años (o al menos eso se dice ante lo que puede ser cualquier otro problema o hasta exigencias de guiĂłn). Pero no se puede negar que Crowe tiene ese algo que transmite. Porque sin ser un galán de cánones apolĂneos, siempre ha sido ese actor que cautivaba a espectadores de amplio espectro.
Algo asĂ como un tĂ©rmino medio entre el carisma de Sean Penn y el atractivo de Richard Gere. Por ahĂ anda Crowe en su extensa filmografĂa. Papeles acertados, de manera voluntaria o no, para no ceñirse a un estereotipo y acercase a esa idea de actor total capaz de fruncir el ceño ante cualquier trama. Quizás sea ese el truco para convencernos de sus dotes actorales, y a fe que lo consigue.
Más de 30 años contemplan una carrera con escasos altibajos. Interpretaciones de toda Ăndole que lo encaraman hacia lo más alto de Hollywood. No se le puede pedir más a este intĂ©rprete neozelandĂ©s al que nunca se le puede dar por acabado. Porque si bien ya no es el joven, o el tipo interesante de mediana edad, a estas alturas puede representar todo tipo de roles para que cualquier pelĂcula coja mayores vuelos.
Top 3 pelĂculas recomendadas de Russell Crowe
Una mente maravillosa
Mira que no me suelen gustar las obras biográficas donde se glosan batallas personales o se magnifican hasta lo Ă©pico las circunstancias y decisiones de cada cual. Pero en este caso lo del matemático John Forbes Nash es otro cantar. Porque la peli nos ofrece dos visiones bien dispares. Por un lado está el visionado de quien no conocĂa al Nash y por tanto no puede ni imaginar lo que se le viene encima. Por otro lado tenemos a los que ya conocĂan la vida y obra de Nash y que por tanto ya estaban avisados…
Yo era de los que no tenĂa ni idea sobre el reputado matemático. AsĂ que descubrĂ una trama fascinante en la que Russell nos iba adentrando en un plan gubernamental de espionaje y contraespionaje, de movimientos soterrados para evitar guerras frĂas y demás entresijos bajo diplomacias oficiales.
Hasta que todo te estalla en la cara… En cierta forma esta peli tiene un punto a Shutter Island solo que no tan oscura. Claro está que también tiene que ver que la semblanza vital de Nash tiene finalmente que lucirse en ese lado positivista de la vida. Aunque también interfiere un punto de humanidad made in Crowe. Una interpretación desasosegante en muchos momentos pero finalmente reconciliadora con el mundo que toca vivir cuando los fantasmas visitan a cada cual…
Gladiator
Vale, sĂ, que se trata de una superproducciĂłn. Pero es que tambiĂ©n va de eso el cine. Si tienes una buena historia que contar, entre la crĂłnica histĂłrica y la ficciĂłn, mejor tirar de recursos para llenar las escenas de romanos y de grandes circos que no quedarte en un vano ejercicio…
La Ă©pica le quedĂł perfecta a Russell, encerrado en ese odio rumiado, en esa sed de venganza fundamentada, cargada de nobleza y necesidad frente al mal. Todos hemos visto esta peli y aĂşn asĂ seguimos viĂ©ndola cuando la «echan» en cualquier televisiĂłn generalista. El duelo entre Crowe y Phoenix resulta antolĂłgico. Cogemos más que inquina al CĂ©sar y adoramos ese espĂritu de Crowe que vuelve a casas como suspendido entre el trigo esplendoroso de camino a su EmĂ©rita Augusta…
Cinderella man
Las pelis de boxeadores siempre nos acercan a esa dicotomĂa entre gloria e infiernos, estereotipada con absoluta verosimilitud en el mundo pugilĂstico. Para acercarse al peso de James J. Braddok, Russell tuvo que hacerse con ese fĂsico de los boxeadores de antes. El asunto queda redondeado con ese gesto melancĂłlico de quien se parte la cara en el ring, enfrentándose sobre todo a todas esas derrotas previas que los llevaron hasta las doce cuerdas.
Crowe, y su ceño fruncido, hacen de la vida del boxeador ese acercamiento perfecto a una época muy especial del boxeo entre los años veinte y treinta, con un Estados Unidos sumido en la miseria…
James J. Braddock sufre los efectos de la crisis del 29 llamada Gran DepresiĂłn, despuĂ©s de haber sido un boxeador profesional y perder toda su fortuna en malas inversiones. Trabaja como estibador en el puerto y su familia vive hacinada en la miseria. Su mánager cree en Ă©l y le impulsa a reintentar suerte en el boxeo a pesar de no ser ya joven. Braddock vence a muchos rivales demostrando tenacidad, valentĂa aunque no mucha tĂ©cnica en sus inicios.
Su mujer se opone al boxeo y discute con su mánager; pero al final acicateada por la miseria acepta exponer a su marido. DespuĂ©s de esto, le llega una segunda oportunidad en la cual tendrá que enfrentarse por el tĂtulo contra Max Baer, un brutal boxeador que ha matado a dos contrincantes con una potente derecha en el cuadrilátero. La pelea es pactada a 15 asaltos y la gente apuesta 9 a 5 por Max Baer, Braddock increĂblemente aguanta la pesada artillerĂa pugilĂstica de Baer y siente en su cabeza la potente y demoledora derecha de su contrincante.
Las peores pelĂculas de Russell Crowe
Salvaje
No quisiera ser cruel… Pero es que despuĂ©s de ver esta pelĂcula se me antoja que el deterioro fĂsico de Russel Crowe va en paralelo con el menoscabo de sus dotes interpretativas.
Vale que el psicĂłpata al volante del todoterreno podrĂa de partida ajustarse a esa mirada entre felina e insondable que siempre ha gastado Russell. Pero la cosa pierde gas conforme lo vemos tirar de acelerador por las calles de Nueva Orleans.
Todo resulta demasiado caprichoso. Que vale que el tĂo está para allá y la prota le toca un poco la moral. Pero sin el arraigo de una causa mayor semejante trivialidad no se justifica ni aunque te lo vendan como un exponente de la violencia gratuĂta que nos rodea.
Y luego está la actuaciĂłn en sĂ. Por el lado de ella aĂşn que te va. Pero lo de Russell es algo infumable. Rictus insondable hasta el punto de que no le ves trasfondo a su psicopatĂa. Porque vale que los malos tienen que ser malos desdes la oscuridad de sus pupilas. Pero siempre debe haber algo más que nos enganche.
Llevándose todo por delante, los Ăşnicos momentos que enganchan pueden ser los que Russell ocupa dialogando con un amigo de su vĂctima en una cafeterĂa. Porque ahĂ sĂ que se masca la tragedia. En esos momentos sĂ que la tensiĂłn desborda como si fuera cosa de Tarantino, pero poco más…