Las 3 mejores películas de Pedro Almodóvar

Como en el caso de un Woody Allen a quien me costó cogerle el punto, Pedro Almodóvar nunca fue santo de mi devoción. De entrada al menos. Y no es que defienda ahora a capa y espada toda su filmografía. Pero sí es cierto que con el tiempo he ido descubriendo verdaderas obras de arte del cine made in Almodóvar.

La cuestión a veces es que confluyan varios aspectos que consigan ganarte para la causa de un creador, un director de cine en este caso, aparcando prejuicios previos o simplemente visados de películas que no te dicen nada, en ocasiones porque, como en cualquier manifestación artística, no era el mejor momento para disfrutarlo.

En las idas y venidas de un tipo versátil como Almodóvar, hay temáticas que te llaman más o menos la atención. La cuestión es aprovechar el momento coincidente con tus idas y venidas propias para dar con esa peli que te alcanza en todos los sentidos. Puede ser alguna de su serie más oscura o la más viva de las comedias.

De cualquier forma, cuando Almodóvar te llega toda su obra la contemplas de otra forma. Porque empiezas a entender los motivos, las hondas voluntades que justifican excesos que van desde el color a la sobreactuación. Es como cuando conoces a alguien sobre el que tenías tus propias valoraciones previas, para acabar asumiendo placenteramente la derrota de tus prejuicios. En su momento rescaté esos guiones hechos libros, hoy me ciño a la filmografía, con alguna sorpresa…

Top 3 películas recomendadas de Pedro Almodóvar

La piel que habito

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La genialidad de Almodóvar se precipita torrencial en esta película convertida en un thriller existencialista como en pocas ocasiones se ven. Una peli que es un fascinante y angustioso visado hacia las obsesiones y la locura desde las ausencias que más marcan.

La piel como esencia de todo cuando se añora el tacto ya imposible de otra piel; o el rostro que jamás volverá a dedicarnos una mirada y que se convierte en viva imagen de un alma inalcanzable por el parapeto de esa misma piel. La piel se habita en todo caso para sentir el mundo en primer lugar, con la magia inolvidable de las primeras cosas.

La trama de la película se va tornando más y más oscura, con el doctor Robert Ledgard liberando su atormentado espíritu entre la ciencia y una búsqueda de la inmortalidad, o al menos de la vida robada. Claustrofóbica pero fascinante. El habitual color de tantas películas de Almodóvar se reduce a un juego de negros y grises para que solo la piel destaque en un fondo inquietante.

Hable con ella

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Hay bastante de disruptivo en esta película. Críticos reduccionistas siempre señalan la fijación de Almodóvar por la figura femenina como protagonista básica de sus historias. Y sería porque la mujer como personaje le da más juego en esa visión más intensa de la vida.

Pero, desconociendo si se trataba de una intención por sorprender o simplemente porque le apetecía, en esta ocasión el tronco de la trama crece más en la vertiente de los hombres y su forma de afrontar añoranzas, tristezas, deseos, frustraciones y temores. Aspectos sobre los que Almodóvar construye una de sus mejores tramas movidas entre el desconcierto, la sorpresa, la inquietud y esa rabiosa humanidad que solo en este tipo de intrahistorias, mitad enredos, mitad epopeyas modernas, son capaces de transmitirnos con total empatía.

Benigno es un enfermero que se enamora de una bailarina a la que no conoce. Tras un accidente, ella entra en coma y acaba bajo su cuidado. Cuando una torera sufre una cogida y cae en coma, es llevada a la misma sala, y Benigno entabla amistad con su acompañante, Marcos. Dentro de la clínica, la vida de los cuatro personajes fluye en todas las direcciones, pasado, presente y futuro, arrastrando a los cuatro a un destino insospechado.

dolor y gloria

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Con la declarada voluntad de rescatar aspectos biográficos del propio Almodóvar, la película despersonaliza el asunto y nos presenta a un director llamado Salvador Mallo. Una doblez que sirve para jugar al desconcierto de lo que puede ser más ajustado a la realidad o no. Además de ofrecer cierta libertad al director para inventarse o maquillar cualquier aspecto.

La visión desde la edad más que adulta de un Salvador Mallo asediado por ciertos achaques más que intimidatorios tiene esa indudable nostalgia de difícil tratamiento. Porque la melancolía tiene algo de alegre recuerdo, mientras que la nostalgia es la completa rendición de que nada volverá.

La infancia se apodera de todo con sus escenarios cargados de luz y sueños. La juventud se desarrolla con ese natural fluir de excesos y nacientes pulsiones. El cóctel final es una madurez que lo observa todo como pasado por el caleidoscopio de miles de luces psicodélicas, dolorosas.

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