Por la piel se materializa nuestra ósmosis más cierta con el mundo. Todo lo demás es una suma de impresiones subjetivas de los sentidos que creen mandar y regir sobre nuestras vidas.
Pero al final todo es sensaciones de calor o de frío, estremecimiento trémulo o rigidez como mecanismo de defensa. Algo así parece presentar Sergio del Molino en esta metáfora esencial de su nuevo libro sobre lo que nos iguala desde fuera como portal hacia lo interno: nuestra piel.
Corren días extraños, como de metamorfosis kafkiana que se iniciaría, como no, desde la piel abandonada en el camino. Para convertirse en un instante en poco más que un sucio pellejo polvoriento.
Y sin embargo esa piel en común de cualquiera de nosotros no siempre tiene la fortuna de lucir como una brillante dermis a explorar con el tacto. Y quien padece de mala piel se sume en las neuras de los patrones del buen pellejo como imagen hoy inequívoca de la pureza del alma por obra y gracia de los dictados de turno.
Los monstruos existen y se pasean entre nosotros, quizá seamos nosotros mismos. Este es el punto de partida de la nueva obra de Sergio del Molino, un viaje que esta vez nos enseña a mirar hacia el territorio más común y a la vez el más individual: la piel humana.
Una grave psoriasis, que llena el cuerpo de costras y hace imposible mostrar la desnudez, le sirve al narrador para analizar la vida de diversos personajes conocidos que han sufrido las consecuencias de la mala piel.
La vergüenza de sentirse observado y la necesidad de ocultarse, la cultura de la imagen y de la hipermedicalización, el racismo y el clasismo son paradas de este viaje por los secretos que cubrimos con la ropa y que hacen de nuestra piel una frontera con el mundo.
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