La mala hierba, de Agustín Martínez

La mala hierba

Lo que mal empieza, mal acaba. Los thrillers domésticos suelen ahondar en esta sensación. La familia de Jacobo vuelve a unirse por imperativo circunstancial. Probablemente nadie de esta familia querría vivir bajo el mismo techo, años después de que la estructura familiar se demoliera por la falta de amor y las rutinas destructivas.

Pero a Jacobo no le queda otra que regresar con Irene, su mujer y Miriam, el lejano fruto de su amor extinguido, una chica adolescente mustia y poco o nada comunicativa. El entorno en sí para la reagrupación familiar tampoco presagia raudales de nueva felicidad. Portocarrero, el poblado fantasma de Almería cobra vida en esta novela, una vida exigua, extraña, pero vida al fin y al cabo.

Sin embargo, el cortijo en el que Jacobo, Irene y Miriam tratan de ajustar, a martillazos, el puzzle de sus vidas, acaba siendo asaltado una noche. Irene es asesinada y Jacobo se despierta en el hospital.

Cuando sale del coma, Jacobo no puede entender que la investigación oficial apunte a su hija como organizadora del asalto y del doble asesinato ejecutado a medias. Pero Jacobo conserva una pizca de aprecio, un reducto de paternidad del que nace la idea de que no pudo ser así.

Junto a la abogada de su hija, comienza a indagar en el pequeño y fantasmagórico pueblo, oculto en un serpenteante valle, al borde de ser engullido por una naturaleza de avance lento pero firme. Sin embargo, en un escenario tan simple, entre el silencio dominante, asaltado ocasionalmente por algún canto de chicharra, Jacobo y Nora van encontrado alguna pista de la que tirar. Entre los pocos habitantes de Portocarrero se ciernen sombras de dudas, hasta parecer que todos ellos forman parte de un mal endémico, asentado en el extraño espacio de aquel valle olvidado.

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1 comentario en «La mala hierba, de Agustín Martínez»

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