Del guión cinematográfico a la novela hay pocos pasos. Otro buen ejemplo, en las antípodas temáticas (en lo que a novela respecta) de Manuel Ríos, es David Trueba. Porque más allá de su coincidencia generacional cada uno de estos dos autores han volcado en la narrativa muy dispares inquietudes.
Y sin embargo en ambos casos se detecta ese dinamismo, esa vida que salpica en forma de imágenes muy vivas.
Y claro, conseguir esa viveza en una novela negra como «La huella del mal» supone un aliciente para una trama que se mueve entre las sombras cavernosas del alma humano.
Ninguna metáfora mejor para esa oscuridad de las profundidades que las mismísimas excavaciones de Atapuerca. Vestigios de humanidad primigenia soterradas o sepultadas entre capas de terreno o sobrepasado el umbral de grutas milenarias.
Ahí es donde se descubre la víctima de un crimen que da inicio a la lectura del caso, enlazándose de inmediato con algo similar ocurrido algunos kilómetros al norte, en Asturias. Quien sea que se haya ocupado de asesinar a la joven, para ubicarla finalmente entre las representaciones humanas de cartón piedra que adornaban las excavaciones, parece que quiere significar algo en torno al humano primitivo y a la violencia ejercida como un rito tribal.
Quienes trataron de atar cabos en la primera ocasión, de manera improductiva, son requeridos de nuevo para ver si en esta ocasión son capaces de vincular precedentes y pistas actuales. La inspectora de la policía judicial especializada en crímenes, Silvia Gúzman tendrá que volver a apoyarse en un antiguo compañero ya fuera del cuerpo: Daniel Velarde.
La voluntad de la juez que decide unirlos apunta a una mejor y más pronta resolución del caso. Pero entre ambos ocurrieron cosas que saltaron de la esfera personal al desempeño del caso y a la resolución final del homicidio. Sobreponerse a aquellos días para acabar aunando esfuerzos será todo un reto. A no ser que alguien más haya buscado unirlos de nuevo como el más brillante broche final para un malévolo plan.
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Hace tiempo que le había echado el ojo a esta novela de Manuel Ríos, no porque lo haya leído con anterioridad, sino más bien porque he seguido su trayectoria cinematográfica con gran satisfacción y me causa curiosidad ver como se desenvuelve en la literatura. Siempre me han gustado las novelas que se desarrollan bajo ese sentido cinematográfico, muy al estilo de Carlos Ruiz Zafón, porque puedes imaginar las escenas con más claridad en tu cabeza.
Punto aparte, el género me mola bastante aunque ya es algo que se ha visto demasiado, (asesinatos y rituales), pero es que no me cansa. Definitivamente le voy a echar un vistazo, gracias por la recomendación.
Veo que también escribes y tienes algunos cuentos en el blog, ¿de casualidad no te habrás atrevido con alguna novela? Es algo que he visto hacer a varios autores de la web, a través de Amazon más que nada. Saludos.
Me alegro que te sirva la recomendación.
En cuanto a mis propias novelas y cuentos, he puboicado en varias editoriales y sí, también en amazon.
Saludos!
Gracias, Oscar. Ya me comentarás.