Helgoland, de Carlo Rovelli

El reto de la ciencia no es solo descubrir o plantear soluciones para todo. La cuestión también va de ofrecer conocimiento al mundo. Divulgar es tan necesario como complicado cuando los argumentos se introducen en las honduras de cada disciplina. Pero como decía el sabio, humanos somos y nada de lo humano nos es ajeno. Si una mente es capaz de albergar una idea esclarecedora, otra persona puede alcanzar ese mismo plano de conocimiento, como diría Eduard Punset, y así aspirar a una humanidad al corriente de algunas de tantas y tantas preguntas aún sin respuesta.

En junio de 1925, Werner Heisenberg, de veintitrés años, se retira a Helgoland, una pequeña isla en el Mar del Norte, sin árboles y batida por el viento, para descansar y tratar de apaciguar la alergia que padece. Insomne, pasea por la noche para reflexionar y al alba da con una idea que transformará la ciencia y nuestra concepción del mundo. Ha puesto la primera piedra de la teoría cuántica.

Carlo Rovelli, que a su profesión de físico añade su virtuosa pericia como contador de historias, nos expone los orígenes, el desarrollo y las claves de una teoría que lo cambia todo, que sirve para explicar el universo y las galaxias, que posibilita la invención de los ordenadores y otras máquinas, y que todavía hoy desconcierta e inquieta porque cuestiona aquello en lo que creemos.

Asoman por estas páginas Erwin Schrödinger y su famoso gato, las reacciones de Niels Bohr y Einstein a la propuesta de Heisenberg, un visionario loco llamado Aleksandr Bogdánov, la relación de la teoría cuántica con el cubismo, la filosofía y el pensamiento oriental… Un libro deslumbrante y accesible que nos acerca a uno de los avances más trascendentales de la teoría científica contemporánea.

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Helgoland
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