Habían pasado 8 años desde que publicara mi anterior libro. Una noche reciente me puse de nuevo a escribir. Tenía una de esas pujantes ideas que pedía paso, más intensamente que nunca.
Desde entonces he ido descubriendo que las noches siguen teniendo musas. Mientras todos dormían, este escritor se sentía confesor de personajes y hacedor de escenarios, tramas, subtramas, posibles giros, vidas paralelas… Hay que poner orden y concierto entre el caos de las musas. Pero la idea siempre ha estado ahí como un nítido horizonte. Y eso ha molado una bestialidad.
Volver a escribir ha sido como montar de nuevo en bici y descubrir fascinado que aún sé pedalear. Sentirme escritor pasados tantos años ha resultado una de esas manidas catarsis. Porque nunca había dejado de escribir, sobre todo en este blog o pergeñando relatos que han quedado por ahí olvidados. Pero ponerte frente a una novela es recuperar el «oficio». Así que solo queda que tú, lector, te animes con este caso.
Al final uno está hecho de lo que se alimenta. Y últimamente el género negro ha sido mi menú lector más frecuente. Desde Joel Dicker hasta JD Barker o Javier Castillo. Tramas policíacas o rotundamente negras. El asesino de Google Maps se acerca más al policíaco, a la deducción y a la sorpresa, al giro inesperado, al asesino y su ingenioso modus operandi.
Sobre el argumento, los personajes y demás, me encantaría comentar detalles aquí. Pero es mejor hablarlo una vez leído. Si te apetece, cuéntame por aquí.
