Las 3 mejores películas de Scarlett Johansson

Con su desconcertante gesticulación que es a la vez hielo puro y fuego abrasador, esta actriz estadounidense hace de lo camaleónico, esencia. Hasta el punto de que uno se olvida de la actriz para disfrutar plenamente de su papel. Y eso ocurre en mayor medida que cualquier otro intérprete de los más reconocidos, entiéndase Brad Pitt como referente, quien siempre acaba siendo más Pitt que su personaje X.

De las más apasionadas bondades de la protagonista más cándida a la animadversión más visceral en sus papeles que así lo requieren. La Johansson es de las mejor pagadas porque uno nunca sabe por dónde va a romper su interpretación de turno.

Claro está que luego está su indiscutible atractivo, igual que Pitt, con el que ganarse de entrada al espectador aturdido con su belleza, capaz del esplendor de la épica o de la resiliencia, tanto como orientada a la perversión insospechada de su maquiavélico personaje cuando toca. Scarlett Johansson es una superestrella que da a cualquier película una plusvalía ya de partida.

Top 3 películas recomendadas de Scarlett Johansson

Lucy

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En mis tiempos ya se decía que aquella canción de los Beattles «Lucy in the Sky with Diamonds» apuntaba a lo lisérgico con su fácil asociación al LSD (Paul McCartney lo aseguraba y Lennon lo negó después). La cuestión es que esta Lucy es lisérgica hasta el extremo. Porque Lucy (Scarlett) pasa de simple mula, para introducir una novedosa droga, a que el mundo se descomponga para ella como una alucinación que atraviese planos hasta lo subatómico y más allá.

Conforme Lucy va escapando de nuestra realidad, alcanzando niveles de rendimiento cerebrales estratosféricos, las emociones van quedando atrás y lo humano va alcanzando desde su consciencia la dimensión de lo divino. Ya no hay lugar para preocupaciones mundanas ni para mayores problemas que no sean la mera expansión de su poder hacia todos los vectores del universo.

Claro está que atrás queda nuestro mundo con sus cosillas. Y la potente droga que Lucy se disponía a distribuir, pero acabó estallando en el interior de su cuerpo, es algo muy reclamado por mafias que saben de ese tremendo potencial, sin llegar de todo a imaginar su dimensión.

Una persecución que Lucy asume como un detalle minúsculo en su proceso de traslación hacia todo espacio y tiempo, pero que nos lleva a mal traer a nosotros espectadores y sufrientes visualizadores de tan dantesco espectáculo.

Match Point

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El azar, las cosas que ocurren porque sí tienen algo de mágico salto de guion en ocasiones. Porque la fatalidad o la suerte más completa se escriben siempre desde un punto de inflexión. Un momento sin explicación que acaba siendo analizado minuciosamente por quienes padecen el cambio.

La pelota cae de un lado u otro dependiendo de la mera física y de las circunstancias precisas que pueden venir marcadas por el simple aleteo de una mariposa, por una brisa de aire que sea igual a la fuerza necesaria para el vencimiento final. Nadie controla eso, o quizá si, pero de la manera más oculta para favorecer que todo, desde el simple encuentro fortuito entre dos amantes o la caída de un meteorito acaben formando parte del mismo hilo narrativo de un big bang en constante avanzar con su minucioso arrastrado de todo.

Bien es cierto que se trata de una obra coral (como no podía ser de otra forma para un Woody Allen encantado con las tramas ramificadas cual enredadera) pero el personaje de Nola Rice que encarna la Johansson aporta esa sensación de desencadenante de todo, de punto de inflexión hecha carne y hueso, de motivo para la explosión del big bang hecho suspense fascinante.

La isla

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Los papeles más CiFi de Scarlett me ganan siempre desde esa capacidad suya para la mutación, para la apariencia de autómata que finalmente rompe hacia los horizontes más insospechados. En esta ocasión, acompañando a Ewan McGregor, Scarlett se transforma en Jordan Dos Delta. Ambos son clones de personalidades del mundo real que invierten en ellos sus buenos millones por si les toca tirar de sus órganos en alguna ocasión, cuando puedan estar enfermos.

Un seguro de vida que para ellos (esas personalidades que sufragan el invento) no es más que un amasijo de órganos sin vida ni consciencia, por supuesto. Pero el creador del tinglado sabe que sin hacer seres humanos exactamente iguales a sus primigenios no es posible disponer de órganos ni de nada.

Los clones viven recluidos en un búnker gigantesco bajo tierra. Y así son poco menos que lobotomizados desde su incubación para que adopten recuerdos de un pasado remoto y de un devastador desastre climático que los mantiene ahí. Hasta que tienen suerte de ser llamados y liberados para habitar en una isla libre de contaminación.

Claro está que ese momento de liberación no es otro que la llamada del primigenio para sacar el riñón de turno o la pieza que toque… Hasta que algún chispazo de consciencia despierta en el clon de Ewan y el plan de fuga empieza a abrirse paso.

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