Los 3 mejores libros de Ottessa Moshfegh

En su incipiente carrera literaria, Ottessa Moshfegh ha demostrado un interés tan sano como variable por disparidad de temáticas hacia diversidad de intencionalidades como narradora. Lo que se suele conocer como un verso libre con sus sorprendidos lectores ganados y a buen recaudo.

Salvo que la editorial de turno adocene ese espíritu experimental suyo, seguramente nos encontraremos ante una nueva Margaret Atwood, siempre sorprendente. Una escritora con la más inusitada concentración del don creativo y la voluntad por enfocarlo al argumento que verdaderamente mueve a la autora en cada momento.

De entrada encontramos en Ottessa un gusto o una querencia por géneros más populares. Misterios o thrillers desde los que llevar la historia a su terreno, al insondable imaginario que rompe con los cánones de los propios géneros a los que inicialmente se circunscribe la trama. Algo así como Mariana Enríquez cuando se pone a narrar oscuridades con su punto entre gótico y lírico. Rupturas, por llamarlo de alguna forma, muy de agradecer en una necesaria revisión argumental ante tanta oferta salpicada de recursos similares y de giros casi siempre intuídos.

Salvo cuando Ottessa se lanza a tumba abierta para abordar aristas existenciales, argumentos hechos crónica de nuestro estilo de vida y sus riesgos… Una de esas autoras con las que cada nuevo libro nos conduce a las más inesperadas aventuras del hecho mismo de leer como descubrimiento…

Top 3 novelas recomendadas de Ottessa Moshfeg

La muerte en sus manos

Escribir es expiación y placebo. Aunque tan solo sea para testificar sobre un asesinato o incluso disfrazando una confesión. De hecho, quizás una nota manuscrita sea el salvaconducto para que el testigo o hasta criminal de turno pueda seguir con su vida como si nada. Él ya dejó la nota ahí, para que Dios lo sepa, para que cualquiera juzgue. Lo demás que pueda ocurrir son todo casualidades…

Mientras pasea a su perro por el bosque, Vesta Gul se topa con una nota manuscrita. «Se llamaba Magda. Nadie sabrá nunca quién la mató. No fui yo. Este es su cadáver.» Pero junto a la nota no hay ningún cadáver. Vesta Gul, que acaba de mudarse tras la muerte de su marido y no conoce a nadie en su nuevo hogar, no sabe muy bien qué hacer con esta información. Comienza a obsesionarse con la figura de Magda y a elucubrar con las diversas maneras en que pudieron asesinarla, si es que efectivamente ocurrió tal cosa.

Su aislamiento la conduce a una serie de ideas que comienzan a encontrar un reflejo en la vida real. De un modo emocionante y terrorífico, las piezas parecen encajar: a encajar entre sí y con las zonas más oscuras de su propio pasado. Solo hay dos opciones para resolver este misterio: una explicación banal e inocente o una causa profundamente siniestra.

La muerte en sus manos

Mi año de descanso y relajación

Nihil, la nada que surge desde dentro. Uno de esos términos latinos fascinantes. Porque en torno a él se despierta incluso la filosofía, el pensamiento de que nada tiene valor. Una superación del estoicismo hasta el nivel celular. Nada se busca, nada se quiere, nada falta…

En Mi año de descanso y relajación, Ottessa Moshfegh hace de Manhattan el epicentro de una civilización, la del año 2000, dominada por la apatía. Como una oscura bella durmiente, la narradora de esta novela decide encerrarse durante un año en su piso de una de las zonas más exclusivas de Nueva York, asistida por una herencia ingente y por una gran cantidad de fármacos, para dedicarse a dormir y ver películas de Whoopi Goldberg y Harrison Ford.

El inicio de un siglo supuestamente trepidante encuentra a nuestra protagonista durmiendo en el sofá con la tele encendida. Con mucho cinismo, series, películas comerciales y narcóticos, y a costa de cortar todo vínculo humano, cualquiera puede sobrellevar esta vida. Ahora bien, ¿lo que queremos es sobrellevarla?

Mi año de descanso y relajación

Mi nombre era Eileen

Eileen acopia ese especie de fatalidades cotidianas que pueden hacer de una la sombra de lo que pudo haber sido, ni tan siquiera de lo que fué. Porque probablemente ni tan siquiera Eileen fue niña en la noción que todos tenemos de la infancia. Así es como alguien acaba viviendo con el alma hecha un monstruo; y así es como el monstruo se ocupa de que lo siniestro acabe llegando con la fuerza magnética de lo inevitable disfrazado de ominosa casualidad.

La Navidad ofrece muy poco a Eileen Dunlop, una chica modesta y perturbada atrapada entre su papel de cuidadora de un padre alcohólico y su empleo administrativo en Moorehead, un correccional de menores cargado de horrores cotidianos. Eileen templa sus tristes días con fantasías perversas y sueña con huir a una gran ciudad. Mientras tanto, llena sus noches con pequeños hurtos en la tienda local, espiando a Randy, un ingenuo y musculoso guardia del reformatorio, y limpiando los desastres que su padre deja en casa.

Cuando la brillante, guapa y alegre Rebecca Saint John hace su aparición como nueva directora educativa de Moorehead, Eileen es incapaz de resistirse a esa milagrosa e incipiente amistad. Pero en un giro digno de Hitchcock, el cariño de Eileen por Rebecca la convierte en cómplice de un crimen.

Mi nombre era Eileen

Otros libros recomendados de Ottessa Moshfegh

Lapvona

Lo castizo vende a la hora de presentar una historia con marcados rasgos de lo autóctono para el terruño de turno. Puede ser mediante un intimismo capaz de traernos aromas y hasta tactos de lugares lejanos, o para ofrecernos un vistazo generoso con el que escapar del etnocentrismo más limitante. Pero incluso se puede abordar una trama negra con ese punto de acercamiento a la idiosincrasia que transforma cualquier género en otra cosa mucho más completa.

En la aldea medieval de Lapvona, el pequeño Marek vive en la más absoluta pobreza con su padre Jude, viudo, devoto y agresivo. Cojo, con la cara deforme y una concepción distorsionada de la realidad, Marek solo halla consuelo en su temor de Dios y en sus visitas a Ina, una anciana con saberes ocultos que vive alejada del mundo.

Cuando una muerte violenta lo sitúa en el epicentro de la vida palaciega, Marek pasa a convertirse en un auténtico aristócrata dentro de la corte del corrupto y ensimismado señor feudal que gobierna Lapvona. Sin embargo, su nuevo estatus se verá amenazado por la llegada de una misteriosa mujer embarazada, de rasgos sospechosamente similares a los suyos.

Lapvona

McGlue

Una ópera prima siempre es una declaración de intenciones, el porqué de cada uno para escribir. El resto de obras disfrazarán hasta lo más hondo ese leitmotif que puede originarse desde lo más espiritual hasta lo más caprichoso. La cuestión es la pasión por escribir. En el caso de Ottessa encontramos personajes llegamos de las sombras, de inframundos físicos y espirituales. Sin duda una búsqueda de abismos del alma que siempre acompañarán a la autora.

Salem, Massachusetts, 1851: McGlue, marinero rudo, tramposo y canalla, nos habla desde la bodega mugrienta del barco en la que está retenido, en un estado de embriaguez intermitente que vuelve la realidad ambigua. No recuerda nada, divaga entre recuerdos y teje una fina línea entre la niebla del alcohol y las trampas de la memoria.

Es posible que haya matado a un hombre, y que ese hombre fuera su mejor amigo. Ahora, solo quiere un trago para acallar las aterradoras sombras que acompañan a su indeseada sobriedad.

A medio camino entre un cuento de piratas y un western, la primera novela que escribió Moshfegh huele a vómito, sangre, pólvora, whisky, sal, sudor y madera vieja, y demuestra que desde el principio supo ser nihilista y superlativa.

McGlue
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