Los 3 mejores libros de Jennifer Egan

Si hay una autora pendiente de un mayor seguimiento por parte de las editoriales en España, esa es Jennifer Egan. También es verdad que en el tanteo de algunas de sus obras llegadas hasta nosotros se adivina ese riesgo de una gran escritora volcada por momentos en la sofisticación y el simbolismo. Recursos que denotan su gran capacidad narrativa pero que se asoma al riesgo de la incomprensión de la gran masa lectora.

Aun así no cabe duda de que pronto podremos disfrutar de su bibliografía completa. De la misma forma que muchos otros escritores de entrada inclasificables acaban por ganarse un beneplácito paralelo de critica y lectores.

Por plantear algunos tediosos símiles en busca de alguna suerte de síntesis, se podría decir que Egan es una mezcla entre el Paul Auster más introspectivo pasado por la criba de un imaginario a lo Woddy Allen. O sea planteamientos estudiadamente vitalistas tamizados por un humor que pivota sobre las miserias de la existencia y el descubrimiento de que lo mejor acaso sea siempre la recopilación de orgasmos que hayas podido alcanzar en la vida.

Claro está que más allá de las analogías, si me empeño en la valía de esta autora es también por lo original y la diferencia. Porque de eso es de lo que hace verdadero patrimonio Jennifer Egan. El juego entre realidad y ficción toma una forma muy especial en su propuesta narrativa, o al menos en varias de sus obras. Se trata de un collage donde los personajes van y vienen; ocupan sus vidas y visitan las nuestras; asaltan nuestro plano y nos arrastran al suyo.

Una mágica síntesis, un encuentro sorprendente en el difuso umbral que separa (más bien en su caso aúna) la historia contada y su composición mental. La realidad no es más que nuestra propia ficción. Y probablemente no seamos mucho más relevantes que los personajes que leemos. Si acaso ocupamos algo más de espacio…

Top 3 libros recomendados de Jennifer Egan

El tiempo es un canalla

Cada vida tiene una banda sonora. En ocasiones esta música puede sonar demodé, pero la letra siempre habla de uno mismo, entona los mismos acordes discordantes con el presente para recordarte que gran parte de tu tiempo ya pasó.

Más aún para un tipo como Bennie Salazar, cargado de vetustas glorias musicales, de noches de excesos y de un patrimonio considerable que bien a gusto quemaría en ese otro yo del pasado. En torno a Bennie conocemos a muchos otros personajes que de una forma u otra interactúan con él para ir componiendo un mosaico entre delirante y melancólico.

La historia en sí no se está quieta. En cada página nos ubicamos en un nuevo lugar al que después ponemos un tiempo, un momento. La vida es eso que ocurre mientras haces planes, como decía aquel.

Pero la casualidad, por encima de la causalidad que cada cual puede considerar estúpidamente que va trazando su destino, vincula mucho más a todos los tipos esperpénticos que intervienen como satélites de la novela, con ese movimiento incontrolable de la embriaguez. Sí, quizás se trate de eso, de la vida como una resaca.

Recuerdas haber echado un buen polvo, sonríes de lo bien que lo has pasado… Pero la cuestión es esa, que ha pasado. En un viaje frenético de un extremo a otro del mundo puedes sentir que no te mueves, sino que es el tiempo quien te está sacudiendo a tí sin apenas moverte del sitio.

El tiempo es un canalla, Jennifer Egan

La casa de caramelo

Resulta imperativo continuar la obra de Egan con esta secuela postergada hasta el momento en el que la realidad acaba por dar sustento a su trama. Una especie de apuesta narrativa por el porvenir que acaba trazando lineas paralelas entre realidad y ficción con un regusto a profecía autocumplida que Egan atestigua magistralmente.

La casa de caramelo, que culmina el ambicioso proyecto narrativo de Jennifer Egan iniciado con El tiempo es un canalla (Premio Pulitzer en 2011), cuenta la historia de Bix Bouton, un brillante empresario informático en horas bajas que acaba patentando una exitosa herramienta tecnológica que permite acceder a nuestros recuerdos y compartirlos, y que ha seducido a miles de personas. Con una asombrosa variedad de recursos narrativos, Egan pone el foco en el mundo digital y de las redes sociales y nos cuenta la historia de diversos personajes que buscan una conexión real en un mundo cada vez más digitalizado e hiper-conectado.

La casa de caramelo

Manhattan beach

De la necesidad se debe hacer siempre virtud. Y si además la necesidad puede servir para la reivindicación, miel sobre hojuelas. Me refiero a ese feminismo necesario en su concepción natural de igualdad.

No es que la novela se convierta en una apología de lo femenino, de hecho es más que probable que Anna hubiera preferido no tener que abrirse camino sola, sin su único pilar paternal. Pero las cosas ocurrieron como ocurrieron. Y cuando Eddie desapareció, quizás consumido por las decadentes circunstancias de la América de la gran crisis, ella tuvo que buscarse un porvenir.

Y Anna escogió la libertad del funambulista que decide por su cuenta atravesar el abismo sobre la cuerda floja. Pero las preguntas sin respuesta, aun cuando ya no sabes si quieres conocerlas, siempre acaban por replantearse de manera definitiva.

La vida con su padre dejó ciertos cabos sueltos entre los muelles del Hudson que salpican entre Harlem y Chelsea. Y una ciudad como Nueva York, entre tanta gente, puede acabar provocando coincidencias.

Sin duda ha pasado mucho tiempo desde que Eddie desapareció, pero Anna nunca se podría negar a conocer los motivos. Paseamos por las calles del West Side de Manhattan en dos tiempos, durante los años duros tras la Gran Depresión en los que Anna era una niña y bastantes años después, cuando la ciudad y la propia Anna creían haber superado sus peores recuerdos.

Manhattan Beach, Jennifer Egan

Otros libros recomendados de Jennifer Egan

La torre del homenaje

En el corazón de todo castillo que se precie (o más bien que se haya podido mantener sobre sus sillares) se erige la torre del homenaje.

En una construcción eminentemente combativa como es un castillo, estas torres trataban de hacer ostentación de poder y fuerza, además de ofrecer algunas comodidades extras por si el señor de turno asomaba por el lugar.

La cuestión es que Howie se ha comprado uno en Europa e invita a su cosmopolita primo newyorker, Danny. Lo cierto es que los primos tendrían suficientes motivos para repudiarse mutuamente. No por animadversión alguna, sino por los siniestros recuerdos compartidos.

Sin embargo, alejados de ese ignominioso momento compartido de la infancia, Danny y Howie están dispuestos a darse una oportunidad o quizás a limpiar sus conciencias. Pero quizás el lugar no sea el más adecuado. Porque el castillo de Howie alberga unos similares secretos que sintonizan a la perfección con la fatalidad de lo convivido.

Esta novela acaba cubriéndose de una particular tensión hacia un suspense jamás sospechado como trama. Entre los laberintos de la memoria y los del propio castillo, la verdad parece vislumbrarse al fondo como el fin último de una lectura laberíntica cuya fuerza centrípeta te atrapa irremisiblemente.

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