Los 3 mejores libros de Félix de Azúa

Entre las ilustres posaderas que ocupan asiento en la Real Academia Española, Javier Marías, Arturo Pérez Reverte, Mario Vargas Llosa, Álvaro Pombo y Félix de Azúa son, a mi parecer, los que mejor rinden culto a la lengua a través de su cauce más popular y necesario: la novela.

Porque todo eso de la lengua, lo de su limpieza, el fijado y el consecuente esplendor está muy bien para regir desde los enmarcados de los despachos de turno. Pero la cuestión es prodigarse con el ejemplo y batirse al duelo del acercamiento al lenguaje común desde algo tan aparentemente inocente como las obras de ficción.

Más que nada porque a la postre la novela carece de inocencia alguna y acaba por ser la más poderosa de las armas hacia ese mantenimiento y «fijado» del conocimiento común de las cosas, del nombrado más apropiado para seguir hablando todos de lo mismo.

Así que bien adquirida la misión de la difusión de la lengua sobre todo a los escritores de novelas que llegan a todos los públicos. Y si además de escritores son académicos y además escriben tan sobriamente bien como Félix de Azúa, pues miel sobre hojuelas.

Top 3 novelas recomendadas de Félix de Azúa

Idiotas y humillados

Uno de esos volúmenes necesarios de la literatura en español. Una extensa obra que novela sobre la idiosincrasia española, que ficciona sobre las crudas nociones de un país melancólico del siglo XX. Una nación varada en la orilla de la dictadura, añorante de viejas glorias imposibles y cansada de sí misma cuya transición fue más relevante desde el escenario sociológico que desde el ámbito político.

Un libro que recoge las dos novelas más corrosivas, indis­pensables y celebradas sobre la juventud que atravesó la Transición. El protagonista de la primera es un idiota del siglo XX, escribe el autor. Víctima de la insensatez de la segunda posguerra europea, nuestro personaje, en His­toria de un idiota contada por él mismo, se empeña en una investigación de la felicidad, que le conduce a la rui­na.

Este libro debiera ser adoptado por todos los institu­tos de segunda enseñanza como manual de supervivencia; no evita la idiotez, pero ayuda a prevenirla. Un libro de «una insolencia terrible», tal como se escribió en Le Canard enchaîné, expertos en insolencias.

En Diario de un hombre humillado, el protagonista añora cierto mundo perdido, donde en lugar de pensar solo se vivía. Rodeado por una banalidad de orden zoológico, comprende que la suya ha de ser otra: una banalidad guerrera. Para ello se sumerge en las zonas húmedas, se codea con el hampa y acaba buscando un final súbito.

Desdichadamente, en ese instante aparece un animal. ¡Y qué animal! Durante nueve meses gestatorios, el hombre humillado anota en su Diario homenajes a los Grandes Hombres de Antaño y reflexiones (tan agudas como luná­ticas) acerca de asuntos acuciantes como las letales conse­cuencias de la lectura, las bellas artes y la inteligencia.

Idiotas y humillados

Tercer acto

Ojalá el tercer acto de la Historia de España fuera una resolución sencilla después de un natural inicio disforme y un nudo plagado de claroscuros. Pero los grandes actos finales pueden apuntar a ese final abierto que vuelve a plantear más y más retos, como en un bucle narrativo que en esencia es la historia del ser humano.

Lo mejor entonces es apuntar a las intrahistorias para quedarse con lo esencial en un devenir tan cíclico como monótono. Solo en el paso de las personas se descubre el brillo de lo vivido. Y toda novela de inspiración histórica debe apuntar, en su mayor intención trascendente, al quedarse con el gesto y el detalle que por momentos se antoja capaz de cambiarlo todo.

Esta novela es un brillante e implacable retrato generacional que sigue a un grupo de amigos en su peripecia vital por la Cataluña franquista, la disidencia francesa, la modernización de España y el declive físico y mental de todos y cada uno de sus miembros.

Un viaje resumido a través de imágenes fugaces y saturado de estimulantes lisérgicos, tertulias parisinas, tabernas barcelonesas, viajes ampurdaneses, coros eslavos, visitas a Jünger… todo sazonado con la mirada lúcida y el humor característico de un escritor imprescindible para entender a toda una generación de intelectuales y literatos.

La filosofía, la muerte, la paternidad, la frivolidad y la locura son solo algunos de los temas de una novela que, en cierto sentido, cierra un ciclo en la obra de su autor.

Tercer acto

La invención de Caín

Aunque no es propiamente una novela, como suele ocurrir con todos los libros de viaje el resultado acaba siendo un acercamiento ficcionado desde la perspectiva del viajero.

El reposo y sosiego del viajero que observa es como la primera materia que toma el escritor en su bloc de notas. Y así, la literatura acaba brotando en la obra final, con ese punto de seducción para que lo acompañemos a un lugar u otro y descubramos aromas, culturas y rincones fascinantes.

Este libro recoge -ahora en una nueva edición corregida y aumentada- los escritos de Félix de Azúa sobre la ciudad, un compendio de crónicas de viaje, reflexiones, observaciones, panorámicas e interiores que conforma una lúcida y bella meditación acerca de ese espacio pétreo que a lo largo de la historia se ha ido convirtiendo en el único hogar del hombre.

En estas páginas, siempre con inteligencia y humor, Azúa viaja a Venecia, Munich, Berlín, Hamburgo, Basilea, Madrid o Sevilla, examina a ciudadanos, políticos y turistas, descubre olvidados rincones, revive calles desaparecidas y, sobre todo, sigue manteniendo un diálogo tenso con la literatura y las artes como máxima expresión de lo humano en el seno de la urbe.

La invención de Caín
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