3 mejores libros de Elfriede Jelinek

En ocasiones los premios Nobel de Literatura premian más actitudes, contextos u otros motivos insondables que estrictamente obras. En el caso de Jelinek, con una indudable creatividad desbordada por diferentes vertientes, su compromiso político y su carismático alcance la sobrepuso como candidata al Nobel por encima de la calidad de su obra.

No dudo que en ocasiones tenga que ser así porque la literatura es mucho más que su negro sobre blanco. Pero siempre está bien aportar una visión crítica del asunto no ya solo en el caso de Jelinek… La cuestión es que más allá de premios y demás, la novelista Jelinek transmite también a sus obras esa energía personal que electriza en lo emocional con narraciones en el filo de la vida misma, allí donde las pasiones y las convenciones libran su particular pugna entre miedos y culpas como observadores de la contienda.

Tampoco se puede decir que el bien último de todo acabe triunfando en estas historias. Y hace bien la autora en que así sea para colmar de realismo unas tramas hechas nítido reflejo de liberaciones aún pendientes; de condicionantes que nos fijan a todos; de existencias abstraídas por proyecciones morales de alienante medianía. Pero la cuestión es intentarlo, sucumbir a lo que nos reclama el alma e intentar sobrellevarlo de la mejor manera…

Top 3 novelas recomendadas de Elfriede Jelinek

La pianista

En ocasiones ocurre, como entera casualidad o como un inescrutable destino, que nuestro mundo contenido por el dique de la razón se ve sobrepasado por una venida de pasiones inesperadas que se precipitan con el deshielo en primavera, cuando ninguna pasión del todo cierta se puede controlar bajo voluntad alguna.

Erika es una pianista frustrada que ejerce de profesora de piano y siempre ha vivido bajo la sombra de una madre posesiva y absorbente. Vencida por un fracaso que no es sino trasunto de una derrota mayor, la de escapar de un dominio indeseado, y presa en la telaraña de sus inhibiciones y de una perpetua vigilancia, Erika ha aprendido a ser austera y severa.

Esta situación toma un curso muy diferente cuando conoce a un alumno que se enamora de ella. Entonces, a través de su frágil psicología, de su tortuosa inexperiencia en las relaciones humanas, comienzan a abrirse paso las fantasías acunadas y nunca dichas, en las que se mezclan dominio y subordinación, placer y sufrimiento.

La pianista

Los excluidos

El escenario varía pero la noción de esa juventud que queda siempre desamparada desconcierta porque ocurre siempre. Ya sea en la Austria después de la Segunda Guerra Mundial o en cualquier otro país europeo en pleno siglo XXI. Si acaso esta historia cobra mayor crudeza por la herencia siniestra de vivir en postguerra, donde todo aún parece permitido, donde la violencia aún se encuentra con la indolencia como respuesta general…

Esta historia denuncia la dificultad de la vida sin complejos de la Austria posbélica, deseosa de ignorar los crímenes del nazismo. Trata de tres estudiantes de bachillerato y un ambicioso muchacho de clase obrera que asaltan a los transeúntes para robarles. A la determinación de una sociedad decidida a olvidar el pasado y en la que el triunfo social se convierte en el valor supremo, los cuatro adolescentes responden con el disgusto y el odio.

Es una novela en la que se revela la mirada sarcástica de Elfriede Jelinek. Mediante un estilo entre torrencial y distante, y sin emitir juicio moral alguno, la escritora retrata la perversa cotidianidad de la violencia y los valores sociales al uso.

Los excluídos

La muerte y la doncella

Un volumen de espíritu reivindicativo en femenino. Solo que Jelinek recupera imaginarios, lugares comunes, paradigmas insertados ya desde la infancia. Todo queda debidamente diseccionado para abordar la cirugía moral más necesaria, las incisiones más precisas en la conciencia de cara a una necesaria evolución.

Los dramas de reyes shakespearianos parecen haber encontrado una especie de contrapunto en los de princesas jelinekianos. Aun cuando, tal y como Elfriede Jelinek destaca, la mujer no se pueda constituir como sujeto dramático, es decir, como protagonista en el sentido clásico, ahí está Blancanieves, sin embargo, buscando la verdad detrás de la belleza, más allá de las montañas, con los siete enanitos, para acabar encontrando la muerte en la figura de un cazador.

La Bella Durmiente, en la búsqueda de sí misma, sólo hallará un príncipe, que desde ese momento se considerará a sí mismo su dios y resurrector. Rosamunda experimenta la incompatibilidad de ser mujer y a la vez pensadora, escritora. Jackie (Kennedy) sobrevivirá a los hombres, al poder y a la propia Marylin (Monroe), pero su triunfo sólo será aparente. Sylvia (Plath) e Inge (Bachmann), iconos modernos de la escritura femenina, se desesperarán ante su rotunda ineptitud.?

Las princesas y damas prominentes de la premio Nobel Elfriede Jelinek nos salen al paso como réplicas a las que ningún príncipe puede redimir. En estas cinco piezas dramáticas la autora escenifica un juego irónico con las imágenes que la visión masculina diseña de “la mujer. Y desvela en el mismo impulso auto-irónico la supeditación de ésta a las imágenes por él generadas.

La muerte y la doncella
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