Los 3 mejores libros de Edurne Portela

Desde el ensayo hacia la novela. Quizás Edurne Portela empezara a trazar su carrera literaria de manera atípica, primero abordando obras de pensamiento y finalmente desplegando toda su impronta creativa en la ficción.

Pero en esto de la literatura tampoco es que haya pautas fijas, en todo caso costumbres y tendencias. Y si alguien puede ser capaz con romper con los estereotipos, nadie mejor que una joven autora como Edurne. Con una ya dilatada carrera profesional en ámbitos de la humanística tan esenciales como la Historia o la filología.

Sea como fuere, en las obras de esta escritora vasca se desprende a mi entender un gusto por la crónica que siempre puede servir para contar intrahistorias de hondo calado o para plantear ese pensamiento hecho libro y declaración de principios sobre cualquier circunstancia real.

Así que se decida iniciarse en la obra de Edurne Portela desde uno u otro ángulo, siempre se puede disfrutar de esa voluntad más trascendental de toda literatura: la comunicación más empática desde el pensamiento o la acción.

Top 3 libros recomendados de Edurne Portela

Los ojos cerrados

Muy acertada Edurne Portela en extenderse sobre la mágica contradicción de nuestros pueblos enfocados en su representativo Pueblo Chico. Porque desde cada uno de esos lugares de donde provenimos llevamos con nosotros un magnetismo telúrico que a nuestro regreso nos hace habitar presente y pasado.

Por eso todo lo que acontece y lo que aconteció es cosa nuestra de inmediato. En principio gracias al don de la empatía hecha prosa de Portela. Pero también, y en esencia, porque lo que transcurre y lo que quedó grabado en la memoria de los viejos escenarios parece volver a nuestra retina conforme avistamos al volver a abrir los ojos. Siempre están ahí los fulgores de un tiempo suspendido entre el aroma de la leña en el fuego.

Así que esta novela es un regreso para todos. Una vuelta colmada por los enigmas de unos personajes como la joven Ariadna y el viejo Pedro. Ambos habitan un mismo tiempo y espacio. Pero los dos pertenecen a líneas temporales bien distintas. Unos trazos en espera de ese cruce mágico que reescriba páginas que habían quedado en blanco, y que se van resolviendo de manera fascinante ante nuestros ojos bien abiertos.

Los ojos cerrados es una novela de un solo lugar, un pueblo que podría tener cualquier nombre y que por eso se llama Pueblo Chico. Pueblo Chico está anclado en una sierra agreste que a veces se cubre de niebla, otras de nieve, una sierra en la que a veces se pierden los animales, desaparecen las personas. En el pueblo vive Pedro, el anciano protagonista de esta novela, depositario de secretos que rodean a la violencia que ha atravesado el lugar durante décadas.

Cuando Ariadna llega a Pueblo Chico por motivos al principio poco claros, Pedro la observa y vigila, mientras Ariadna va desvelando su propia vinculación con la historia silenciada del lugar. El encuentro entre pasado y presente, entre Pedro y Ariadna, da pie a una novela en la que Edurne Portela indaga sobre una violencia que si bien trastoca para siempre la vida de los personajes, genera la posibilidad de crear un espacio de convivencia y solidaridad.

Los ojos cerrados, de Edurne Portela

Mejor la ausencia

Hace relativamente poco reseñé la novela El sol de las contradicciones, de Eva Losada. Y este libro Mejor la ausencia, escrito por otra autora, abunda en una similar temática, quizás netamente dispar por el hecho diferenciador de la ubicación, del escenario.

En ambos casos se trata de hacer un dibujo generacional, la de los jovenes entre los 80 y los 90. El factor común con cualquier otra juventud, desde que el mundo es mundo, es ese punto de insolencia, de rebeldía frente a todo, de ansias de libertad (entendida ésta al albor de la razón).

Sin duda un cóctel singular para todo aquel joven e inquieto que ha pasado por este mundo.Y de ahí que estos dos libros presenten esa noción común, coincidencia temporal completa que identifica a personajes de una y otra novela.

Pero el hecho diferenciador al que antes hacía referencia radica en que los jovenes de Mejor la ausencia son los que vivieron en la Euskadi violenta de esos 80 y 90. Lo que antes nombraba acerca de la insolencia, la rebeldía y el albor de la razón era allí una mezcla perfecta para acabar sucumbiendo a esa llamada a la violencia tras el escudo del ideal.

Claro está que los rebeldes reaccionarios con ínfulas de salvadores de aquel particular escenario lo único que hacían era focalizar, orientar esas inquietudes hacia la violencia, la delincuencia. Los cados donde se movía la droga eran los mejores lugares donde captar jóvenes desesperanzados a los que inyectar un ideal por el que luchar.

Amaia pasó parte de su primera juventud observando a sus tres hermanos mayores. Aquellos con los que hacía bien poco jugaba se ocupaban ahora en destruir sus vidas, su familia y todo lo que se les pusiera por delante.

Al final los instantes pueden hacerse eternos, pero los años acaban transcurriendo frenéticamente. Amaia acaba regresando mucho tiempo después a su lugar de origen, donde lo perdió todo y donde tuvo que sobreponerse a todo.

Pero siempre hay que volver en algún momento al lugar donde creciste, ya sea rodeada de completa felicidad o absolutamente marcada. Lo bueno y lo malo toca revivirlo en algún momento, para recuperar buenas sensaciones o para cerrar asuntos pendientes.

Mejor la ausencia

Formas de estar lejos

Las vivencias siempre sirven para proyectar nuevas historias. Nada mejor para un escritor que salir a dar una vuelta por el barrio o coger un vuelo a Tombuctú, siempre en busca de algo que contar con la predisposición adecuada para contarlo.

Los días de Edurne Portela en Estados Unidos seguro que sirvieron para acunar o al menos escenificar esta historia de amor y posterior desengaño. Porque en la relación de Alicia y Matty siempre se puede detectar esa sensación de apuesta perdida, de pátina que puja por florecer entre las exposiciones abiertas de las almas de Alicia y Matty.

Todo va bien entre ellos, a ese nivel de lo que debería ser. Pero otra cosas es siempre lo que simplemente es. Lo que el corazón pide no entiende de imposturas ni de fingimientos. Menos aún cuando cada vez más los sueños compartidos son pesadillas sin resolución al amanecer.

Una historia agria en la que la existencia misma de Alicia es esa tensión de la cuerda a punto de romperse. Y solo la voluntad más firme, renacida de los escombros, puede acabar por encontrar la luz en un tunel sin salida.

Formas de estar lejos

Otros libros recomendables de Edurne Portela…

Maddi y las fronteras

Cualquier narración en clave de ficción presentada en primera persona nos ubica en el ojo del huracán de la existencia. Como escritor el asunto es todo un reto porque el foco nunca cambia. En el caso de Maddi la trama tenía que ser así para una escritora comprometida con un personaje como el tomado aquí. Porque Maddi resulta ser una heroina con esos dejes de superviviencia, de vanguardia y atrevimiento. Escuchar a Maddi en su devenir por el mundo es aprendizaje sobre cómo abordar la imposible misión de alcanzar cada cual su horizonte pese a todas las contrarierades que puedan darse.

Una tarde de otoño de 2021 Edurne Portela recibe una llamada en la que le ofrecen una serie de documentos históricos relacionados con María Josefa Sansberro, conocida como Maddi, nacida en Oiartzun en 1895 y que regentó un hotel muy popular en los años treinta del siglo XX a los pies del monte Larrún, en la frontera entre España y Francia.

A primera vista, Maddi ya se revela como una mujer inquietante y llena de contradicciones, que ha traspasado muchas fronteras tanto físicas como morales: contrabandista y mugalari, ferviente católica y divorciada, mujer sin hijos y madre, servidora de los nazis y agente de la Resistencia. La autora acepta el reto de meterse de lleno en esos documentos y, desde ahí, imaginar a Maddi: su voz y su mirada, sus deseos y anhelos, sus motivos y razones, sus afectos. Así se escribe Maddi y las fronteras, una novela sobre una mujer que no se ajustó a las convenciones de su época, que cruzó todas las líneas rojas, una mujer que hizo lo que nadie esperaba de ella.

Maddi y las fronteras

El eco de los disparos

Las armas al servicio de la ideología disparan incluso cuando reposan en espera de una nueva víctima. Porque esa ideología cargada de razones que pueden justiciar el odio y hasta el homicidio es siempre un camino de no retorno al desastre.

Después de ETA quedan las heridas, el concepto extrañamente amable de anteponer la convivencia. Y es lo necesario, por supuesto. Pero los ecos de los disparos que anuncia el título de esta historia se escuchan con más fuerza en la reverberación de almas que no pueden dejarse de mover entre el desamparo, la culpa, el imposible olvido y una sensación de que algo de sí mismos siempre vivirá en el pasado.

Entre las memorias de la autora, el presente se mueve en esa cuerda floja de sentimientos encontrados. En los armisticios siempre hay nuevos vencidos, necesarios para el equilibrio de que nada vaya a peor. La cura, más allá del fin de un conflicto solo es posible cuando todos pudieran plantearse un ejercicio de franca introspección.

El eco de los disparos
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