Los 3 mejores libros de Adam Zagajewski

La vertiente prosística del esencialmente poeta Zagajewski surge también desde esa intención por aportar la visión embellecida del mundo. Ya sea incluso en la noción trágica que solo los poetas son capaces de sublimar hacia culpas y dolores etéreos.

Y claro, uno que es más de prosa que de versos se queda siempre con los libros de párrafos más apretados y condensados. Más que con las líneas breves del poema de turno, tan bello, acertado y capaz de aproximarnos a la eternidad como mi recalcitrante incapacidad para percibirlo.

Pero Zagajewski tiene el don de la palabra. No cabe duda. Y en su empeño por novelar su vida, por apuntar al ensayo desde la vivencia y a la metafísica desde el recuerdo nos ofrece libros para aquellos que somos impotentes en la lírica. Y entonces sí que la trova, la tonada o el verso atrofiado llega para fustigarnos a los sorprendidos lectores de sus obras.

Top 3 libros recomendados de Adam Zagajewski

En la belleza ajena

Siempre es ajena la belleza. Es algo necesario para el poeta que así sea. Porque cuando la belleza se aproxima y se hace propia uno lo deshace todo en barro o se le deshace en humo. Con el paso del tiempo lo vivido puede llegar a idealizarse de alguna forma para bien, al menos para escribir sobre lo perdido con la indudable sensación de que sí, esa belleza dejada atrás jamás volverá.

Libro de memorias y diario, En la belleza ajena puede considerarse, hoy por hoy, la obra maestra del gran escritor polaco contemporáneo Adam Zagajewski. Escrito en una prosa espléndida prosa de un gran prosista y poeta, éste es uno de esos libros capaces de cautivar al lector desde las primeras páginas.

Defensa de la poesía y meditación sobre la historia; estampas de ciudades vividas y semblanzas de personas célebres y anónimas; pequeños ensayos sobre grandes temas y colección de aforismos, que pueden espigarse aquí y allá en el transcurso de la lectura; álbum lírico en que el autor reproduce y comenta algunas composiciones de poetas predilectos.

Notas al margen de libros leídos en concentrada lectura; impresiones suscitadas por la escucha fervorosa de obras musicales o la contemplación asombrada de cuadros de los grandes maestros: todo esto –y mucho más– es En la belleza ajena.

En la belleza ajena

Dos ciudades

La Europa del siglo XX planteaba extraños viajes identitarios entre pueblos. Las vivencias de Zagajewski aportan una visión de pleno extrañamiento sobre la capacidad del ser humano para alienar a su próximo por meros azares.

En 1945, cuando Adam Zagajewski contaba cuatro meses de edad, su ciudad natal (Lvov) fue incorporada a la URSS y su familia obligada a mudarse a una antigua población alemana (Gliwice) que Polonia acababa de anexionarse. En una Europa marcada por el totalitarismo, la contradicción y el desarraigo, aquellas gentes desplazadas contra su voluntad se convirtieron en inmigrantes que, no obstante, nunca habían abandonado su país.

De aquella experiencia nace esta reflexión lúcida, veraz y valiente, que trata de aunar los dos polos que estas dos ciudades representan: el de un espacio mítico, aunque sorprendentemente doméstico, cálido y acogedor, y el de una realidad hostil y poco generosa, quién sabe si representación simbólica de la tensión poética.

Dos ciudades

Una leve exageración

Una leve exageración, la obra más personal de Zagajewski, no es una autobiografía al uso, sino un texto digresivo, aforístico, una suerte de die­tario sin orden cronológico en el que el poeta comparte con el lector episodios de su histo­ria personal (de la Segunda Guerra Mundial y la deportación de su familia tras la ocupación de Polonia al funeral de Joseph Brodsky en Ve­necia) entrelazados con impresiones sobre la historia de Europa, la guerra y la ideología, así como la literatura y el arte que más han mar­cado su trayectoria.

La poesía es una leve exageración mien­tras no hacemos de ella nuestro hogar, porque entonces se vuelve realidad. Y luego, cuando la abandonamos―porque nadie puede morar en ella siempre―, vuelve a ser una leve exagera­ción. Y es que, para Zagajewski, la poesía es ese ligero desplazamiento de lo real que per­mite transmutar la vida en arte.

Una leve exageración
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